Firmamentos

Desde hace más de dos meses, todos los días tengo que ponerme una crema en la herida que me dejó la picadura de una araña.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailReconozco que no soy el más valiente frente a la mera visión de las heridas propias o ajenas, de manera que los primeros días lo hacía tratando de no mirar, valiéndome más del tacto –a costa del dolor en carne viva- que de la vista. Un buen día me animé a mirar y superé la primera impresión. No pasé de eso, claro; no es que comencé a “inspeccionar”, pero pude enfrentarme a ese hueco que la maldita araña me provocó cerca del tobillo.
A pesar de esa mirada casi furtiva fui comprobando cómo el paso de los días y la eficacia de la pomada iban mejorando el panorama. Aquella carne lacerada, roja y en sus primeros días ardiente ha ido ganando en “normalidad”. No está curada del todo, faltarán algunas semanas para que la herida sane definitivamente. Y de algo estoy seguro: ya no volverá a ser como antes. Quedará ahí la marca –de un color distinto, de otra textura, otra superficie- para siempre. No me molesta; supongo que no me va a molestar. Como sea, no tengo ningún interés en experimentos estéticos.