Generación de cristal

En el complejo donde vivo, el estacionamiento está a unos cuantos metros de mi vivienda. De manera que en estas mañanas heladas, caminar ese trecho es una de las peores maneras de empezar el día. No me quejo, porque pienso que no son pocos los que deben ir a laburar caminando, en bici, en moto o en colectivo. No me consuela demasiado, pero al menos mantiene mi mente libre de protestas burguesas.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailA esto debo sumarle que además de la mochila, llevo en la mano una botella de plástico llena de agua para descongelar el parabrisas, porque el estacionamiento es abierto.
Hace algunos días escuché el mensaje de un mecánico que circula en redes sociales, alertando por la posibilidad de que se congele el agua del motor y si uno pone el auto en marcha, ¡chau! Se funde o algo de eso. No entiendo nada de mecánica; no sé si el consejo es veraz. Pero como no estoy en condiciones de fundir el auto, estas últimas jornadas, además de descongelar el parabrisas, he agregado otra tarea: levantar el capó y verificar que en el agua del depósito esté en estado sólido y no congelado. Todo esto, al oscuro, con las manos engarrotadas, mojadas (porque siempre algún chorro de la botella va hacia ellas), manipulando la estructura helada de mi pobre auto y valiéndome de una pequeña linterna para no hacer todo esto a tientas.