Gracias por el fútbol

La señal de Canal 8 llegaba con ese vaivén fantasmal de antena que se mueve, de repetidora que se encapricha, de televisor en blanco y negro que hormiguea y tose.
Recibí las noticias en tu email
Accedé a las últimas noticias desde tu emailPero con eso alcanzaba. Casi que sobraba para ilusionarse, para sentir que algo importante estaba por ocurrir dónde si no, en una cancha. Y, sobre todo, alcanzaba para escuchar y ver al Cholo Ciano, que era como el maestro de ceremonias de una misa pagana: el fútbol por televisión abierta, un acontecimiento raro, semanal, casi festivo.
No relataba, no hacía móviles, no vociferaba como un locutor deportivo porteño. El Cholo estaba ahí, antes que nadie, mirando a cámara con su estilo sobrio, algo serio pero familiar, y nos decía con esa voz siempre al borde de la afonía: “Muy buenas noches, hoy estaremos transmitiendo desde el Tomás A. Ducó y ya está todo listo para el partido entre Huracán y Racing...” y ahí ya sabíamos que nos quedaban como dos horas de entretenimiento.