Invisibilizar

Frente al departamento donde vive mi hija pusieron un contenedor. Se nota que la familia que vive ahí tenía algunas cosas para tirar y optó por alquilar uno de esos aparatos que son fenomenales para deshacerse de cosas. Y también para hacerse.
A mí me gusta mirar dentro de los contenedores para ver si encuentro algo que “me sirva”. Es más, tengo como un radar y difícilmente se me escape uno sin ver.
Se nota que andaba distraído ese día, porque cuando llegué al departamento de mi hija no me percaté. Al rato de estar, y mientras fumaba un cigarrillo en el balcón lo vi.
-Hija, ¿por qué no avisaste que había un contenedor enfrente de tu casa?
-Ay, papá. ¿Todavía seguís con esas costumbres de cartonero?
-Coleccionista suena mejor.
-No, papá. Pensé que era algo que habías superado. Además, fíjate que no hay nada interesante. Es todo basura.
Confié en ella, porque mi vista no es tan precisa a esa distancia. Por lo poco que alcancé a distinguir tenía razón: se veían escombros, bolsas que parecen de residuos, unos tubitos blancos que bien podían ser fluorescentes en desuso o caños de plástico.
Estaba a punto de desentenderme del asunto y del cigarrillo, cuando vi que un muchacho en bici detuvo su marcha junto al contenedor.
Me reconocí en esa actitud de pegar un rodeo para obtener un panorama general del contenido. Quizás yo lo haga más disimuladamente, pero debe ser por una cuestión de edad.
El muchacho pareció encontrar algo y puso “manos a la obra”, es decir comenzó a correr las bolsas, a apartar los ladrillos y “desenterrar” objetos que yo no alcanzaba a distinguir.
Era un gran momento para reivindicar mi rol de padre sabio.
-Vení, hija, vení mirá…
-¿Qué pa?
-Que no soy el único que sabe buscar cosas en un contenedor. Por lo que parece, le erraste con el vistazo, porque ese muchacho algo encontró.
-Es un trapo viejo, papá. Parece una remera. El pibe está buscando dentro de las bolsas para ver si encuentra ropa. U otra cosa, porque también está rompiendo las bolsas de basura.
-Uh, la pucha…
-¿Ves que cuando te digo que todo esto es una porquería? Me refiero a eso. ¿A vos te parece que ese chico tenga que estar hurgando en la basura para encontrar algo para vender o ¡para comer!?
-No, hija. Es espantoso.
-Decime cómo hacés para seguir creyendo en que alguien va a cambiar esto.
-No sé si alguien en particular. Porque estas cosas se cambian con política. Con buenas políticas. Yo pasé mi adolescencia y parte de la juventud…
-Sí, ya sé, papá: en dictadura. Fue horroroso eso, demencial. Pero yo nací en democracia; los de mi generación y los más chicos sabemos que no va a volver a pasar eso en el país. Pero están pasando estas cosas. A veces no se ven tanto y otras, como ahora, ocurren cada vez más seguido. Ese pibe debe tener mi edad o un poquito más grande. Capaz que tiene hijos. ¿Nadie lo ve?
-Sí, hija. Nosotros por lo menos lo vemos. Hay gente que ya invisibiliza estas situaciones.
-Justamente, te estaba por pedir eso.
-¿Qué cosa? ¿Invisibilizar?
-No. Dejar de verlo. Porque si se da cuenta que lo estamos mirando se va a sentir peor.
-Sí, vamos adentro. Pero no te olvides de esto que viste.
-No, yo no. Pero vos tampoco.
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