Hace unos meses, mi buen amigo Luis me prestó un gran libro —La obra periodística de Paco Urondo— cuando fui a su casa a buscar unas plantas que gentilmente me regaló durante una limpieza en su jardín.

Desconozco si su vínculo con ese universo viene de larga data o se fue forjando en la madurez. Debería preguntárselo para confirmar una teoría: las buenas personas en algún momento de su vida ingresan al maravilloso mundo de las flores y las plantas y se quedan a vivir en él. En pocos años se hacen expertos y en algún tiempo más comienzan a compartir sus saberes.

No me ha llegado aún esa fascinación, pero no pierdo las esperanzas.