Y, la que me falta es que el termo no me aguante las tres horas con el agua caliente. La publicidad del original dice que te la conserva por 48 horas o más. Un chiste: quién llena el termo hoy para tomar mate dentro de dos días. Bueno, pero este país es así. Te arreglamos un trasatlántico con una pico loro, una latita con tornillos y clavos y un destornillador a paleta y nos dejamos vender el buzón este del agua caliente por dos días. Unos vivos bárbaros para algunas cosas y unos salames de exportación, para otras.

A lo que iba: ojalá me dure tres horas el agua caliente. No, no es el original; es igualito, pero es trucho. Mirá que voy a pagar 80, 90 mil mangos por un termo. Ojo, este me salió como diez lucas. Igualito. Espero que aguante tres horas el agua. Porque menos de tres horas no me voy a comer acá en la cola. No tengo problema, no me quejo. Total, no hay mucho para hacer un domingo a la tarde, a la tardecita. Ya me cansé de ir a dar vueltas al Dique, a gastar nafta. Qué loco todo, ¿no? Acá estoy hoy, tratando de cargar nafta.

Decía: no me quejo. El termo está lleno, me compré un cuarto de bizcochitos materos, pongo a River en la radio y ya está. Vamos avanzando de a poquito, piano piano se va lontano, decía el nono. Eso sí, le ruego a Dios que después de esperar dos horas y media no vengan y me digan ´no despachamos más…´. A mí cuñado le pasó la otra noche, en la YPF de Del Valle. O en la otra, no me acuerdo. Más de dos horas de cola se comió y no despacharon más. “Mañana a partir de las seis…”, le dijeron. Y se volvió, ¿qué iba a hacer? ¿agarrársela con el pibe…?

Pobre, mi cuñado, le pasan todas. A la mañana el vecino le dijo si necesitaba nafta que él tenía unos bidones para venderle, porque un pariente tiene campo o labura en una estación de servicio o no sé; la cuestión es que tenía unos bidones para vender. Recontento se puso mi cuñado, imaginate, ya casi estaba andando con la reserva.

-Veinte lucas el bidón de 20-, le dijo.

-¿Cómo veinte lucas?-, le preguntó mi cuñado, que le pareció que lo estaba cargando. Pero no. El vecino, me podés creer. ¡El vecino! Se ven la cara todos los días. Una luca el litro de nafta le quería cobrar. “Eso sí –le dijo el otro, encima-. Te regalo el bidón”. ¿Podés creer? Decí que mi cuñado es un pan de dios; otro le despega la cabeza de un roscazo. Y bueno, a la noche le pasó esto de quedar pagando después de haber hecho dos horas de cola. ¡Una sal mi cuñado. Pobre…!

País de locos este. Recién un tipo se me quiso colar. Resulta que el semáforo pasó a rojo justo cuando estaba por cruzar yo. Entonces frené, como corresponde para dejar pasar a los que cruzaban. Y no va que un tipo dobla y se me pone en la fila, detrás del auto que estaba delante mío. A los bocinazos, yo. El semáforo estaba en rojo todavía. El tipo no sé si no me vio o se hizo el otario. Y por ahí se puso en verde. ¿Sabés cómo me le fui? Como bicho al foco me le fui; le pegué el auto atrás y me bajé y le golpeé la ventanilla. “Te me colaste, hermanito”, le dije y el loco intentó hacerse el abogado, diciéndome que como no había nadie se puso en la fila. Le mostré que detrás mío había dos cuadras más de autos esperando. O más. Y ahí se dio por enterado. O se palpitó que el primer bife se lo iba a dar yo, pero que había otros doscientos tipos haciendo fila para darle un sopapo. Levantó la ventanilla y se fue.

Ya te digo: en este país hay unos vivos bárbaros, se creen que los demás nacimos ayer. Capaz que si lo agarraba a mi cuñado lo dejaba colarse. Porque mi cuñado es así, un pan de dios.

Mejor me preparo unos mates ahora. Ya veo que el agua no me aguanta, me tomo unos mates fríos, me caen mal y tengo que ir al baño. ¿Qué hago?

La que me falta: hacerme encima.

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