HOY, LUNES
Las tardes

Como todas las tardes después de la siesta, Aquilino se levantó, se lavó la cara y salió al patio a pesar de las recomendaciones de Filomena.
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Accedé a las últimas noticias desde tu email-Qué va a hacer frío…-, dijo entre dientes y ella se quedó discutiéndole, incluso después de que él cerrara la puerta y empujara su silueta difusa y lenta por el ventiluz de la cocina.
Todos los días de casi todos los inviernos repetían la misma fórmula. Porque eso ya no era ni una charla ni mucho menos una discusión. Era lo más parecido a la certeza de que no había nada de qué preocuparse. Si ella o él, mis abuelos, hubiesen omitido alguna de las frases, seguramente el otro hubiese sentido algo extraño. Una señal de alarma.