Los jueves, los ríos y las modas

Si cuando estaba tomando los primeros mates de la mañana me hubiera imaginado el día que se me presentaba ayer, la imagen podría haber sido la de uno de los ríos que conocí este verano en Córdoba. Tal vez El Durazno; río de tonos como caramelo de menta que corría manso más allá de la orilla.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailEra siesta la tarde que vi ese río. Y un murmullo lejano de cotorras apenas se alzaba por encima del agua golpeando contra una roca. A veces no me gusta el silencio absoluto, me inquieta de presagios. La mañana de ayer era no solo ese río sereno sino también el sonido barrial de autos y colectivos que arrancan la jornada laboral. Un jueves tranquilo y sin presagios.
Era atravesarlo, a pie, sintiendo la fuerza inocente del agua sin ganas de llevarme o bien caminar por la orilla de raíces enroscadas respirando el aire húmedo de la superficie y piedras sueltas, hasta llegar a un puente que se veía firme y amigable, un poco más allá. Un río que si algún recuerdo habría de dejarme era ese: su afán de pasar inadvertido. Como el jueves que imaginé o planeé ayer a la mañana.