A medida que me pongo viejo esas pequeñas manías que traigo de mis años mozos, han corrido suertes diversas. Básicamente, dos: o desaparecieron o se afianzaron.

Supe acumular unas cuantas a lo largo de mis primeros años, hasta que no hace tanto me dije que era momento de aligerar la carga. Abrí el baúl y limpié. Me quedé con algunas pocas, pero eso sí: férreas

Hay manías que me son propias y de nula afectación a terceros. Por caso: cuando me saco los zapatos a la noche, los pongo ordenados: el derecho a la derecha y el izquierdo a la izquierda. Con eso, no molesto a nadie. Otras, de índole más bien general: el volumen de cualquier dispositivo tiene que quedar en número par; antes de ir a acostarme reviso la llave de gas de la cocina y cierro puerta de placares.