Miradas

Son casi las siete de la tarde de un domingo que se deja ir sin mayores glorias y estoy mirando por la ventana que da a la calle. Algo va a pasar que me inspire a escribir la columna del lunes.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailSé que por más que pase un plato volador, un ejército de zombies o una bandada de crustáceos como los que observan los científicos del Conicet en el fondo del océano marplatense, nada me va a dar letra si no me pega en esa parte exacta del cerebro, que es la que me provoca que las palabras comiencen a cobrar sentido en la página de Word.
Y así, de la casa que justo enfrente a la mía, sale mi vecino. Es un hombre muy mayor, con algunos problemas para caminar –lo hace con un bastón- siempre está muy abrigado. Es más: sale abrigado de su casa, con lo cual imagino que allí adentro la temperatura no debe ser muy superior a la de afuera.