Parajes

Los pastos van raleando a medida que avanza la ruta. Ya he pasado por acá en otras ocasiones y esta vez espero no sentir esa sensación de intranquilidad pegajosa y polvorienta como el paisaje que se aplana. Atrás, en tiempo y en distancia, quedó la Córdoba sonriente y fértil de las postales.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailA mi izquierda, de los viejos postes del telégrafo cuelgan nidos descuidados de pájaros que no se hacen ver. A ras del suelo, el polvo se entrevera con la sal y las manchas blancas salpican el amarillo de los yuyos y el marrón de la tierra árida como el asfalto que la surca. Un rancho que parece abandonado como los nidos se camufla y si no fuera porque apenas se eleva para recortar el horizonte inalcanzable, sería suelo también.
Son dos horas o más sobre esa recta infinita y callada donde nada puede pasar y sin embargo algo se presagia, como una lluvia que nunca llega pero se escucha.