Sonrisas

Suele ocurrir con los cajones donde van a dar los objetos que no tienen un lugar preciso -ni la alacena ni la biblioteca ni el cajón de los cubiertos-; uno va en busca de un paquete de velas y se encuentra con un viejo encendedor tipo carusita. Y a partir de ese momento, la mente se dispara para cualquier lado. Por lo general, rumbea para los recuerdos.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailAlgo así me ocurrió el otro día. No estaba buscando en la caótica materialidad del cajón de objetos indefinidos, sino en la computadora. Buscaba un archivo de texto y me encontré con una fotografía en la que me muestro sonriente junto a mi prima Ale. Yo tendría unos seis años y ella, un poco menos. Su sonrisa, ciertamente, era mucho más amplia que la mía.
Por supuesto, me desentendí del texto que buscaba y dejé que la memoria hiciera su parte.