Tuki

Siete y cuarto de la mañana ya estoy parado en la cocina, descalzo y despeinado, mientras el agua se calienta en la pava.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailDecidí que todavía no voy a hablarme y voy a establecer un mínimo contacto con el mundo que me rodea, sus seres y sus cosas.
Con la mirada fija en la mesada veo que una hormiga está dando vueltas, como desorientada. Amplío un poco el foco y confirmo que es ella sola. Quizás sea una de las que mandan a recorrer el terreno para ver si encuentran algo para llevarse, una miga, un poco de azúcar, una papafrita vieja. O tal vez sea la rezagada, la que venía cinchando con un pedazo de lechuga veinte veces más grande que ella, se retrasó y la dejaron de garpe. Me pregunto por qué la naturaleza es tan cruel; por qué entre individuos de una misma especie hay tan poca solidaridad. Me pregunto, o sea, ya establecí contacto conmigo mismo. Me duró poco esto de la desconexión. Estoy un poco cansado de mí. Vengo de soportarme buena parte de la noche, porque dormí muy poco. El calor me lo impidió. Di vueltas en la cama, me levante cien veces, tomé agua, tomé mate, lei, miré el celular, medité (guiado por un tutorial de Youtube), pensé, cosas serias y pavadas astronómicas. Pero sobre todo, me hablé. De manera tal que esta mañana, al despertarme después de haber dormido (¿dos? ¿tres? horas en total) mal y entrecortado, me propuse no tener demasiado contacto conmigo.