Quizás por una cuestión de prejuicios o muy seguramente con fundamentos concretos e históricos, en la vieja (¿?) disputa entre unitarios y federales, me enrolé entre estos últimos.

Afortunadamente, la lectura –como sucede en otras cuestiones- llegó para ponerle una saludable dosis de relativismo a las posturas absolutas. Dicho de otra manera, en ambos bandos hubo personalidades dignas de admiración o al menos, respeto. Porque bien se sabe, además, que todos nosotros –próceres e ignotos- cargamos con demonios y ángeles, con valentías y cautelas, con misterios y simplezas.

Fue así que un buen día hice las paces con el general José María Paz. Cordobés, unitario, acérrimo enemigo de Quiroga y de Rosas y, por sobre todas las cosas, un héroe de las batallas de la independencia, bajo las órdenes de Manuel Belgrano.