Una ley

El día que se sancionó la Ley 1420 –hace hoy 141 años-, no ocurrió un terremoto; pero sí hubo reacomodamientos y sacudones varios. Hasta las certezas de entonces temblaron. Desde las gradas del Congreso, el ministro Eduardo Wilde miró cómo se alzaban las manos. En esa sala sin crucifijos se estaba decidiendo algo más profundo que un programa de estudios: el lugar del cuerpo, la mente y el alma en la vida pública.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailBajo la presidencia de Julio Roca, con la impronta de Sarmiento y la fuerte determinación de Eduardo Wilde y Joaquín V. González, la Ley generó una polémica casi fundacional del país como hoy lo conocemos. Llevaba la marca de la Generación del 80.
Wilde era médico, positivista, hombre de ciencia. Para él, el futuro de la Nación se trazaba con lápiz y compás, no con agua bendita. En sus discursos hablaba de niños, pero pensaba en ciudadanos. No creía en milagros, sino en la tinta, el pizarrón, el aula. Lo acompañaba un joven Joaquín V. González, que comenzaba a insinuar la estatura intelectual que alcanzaría después. Ambos veían en la Ley una herramienta para igualar, modernizar, nacionalizar.