LA VIDRIERA
Cuando a la noche tandilense se le decía Yamó
Osvaldo Gutiérrez, Franco Cabrera y “Nacho” Menchón estuvieron en Multimedios El Eco recordando, en el programa Informadísimas, los inicios del boliche más famoso de la ciudad que congregó a más de una generación en sus pistas. Cuando cerró fue una conmoción; por supuesto, más tarde abrirían otros, pero Yamó fue inolvidable.
En aquellas noches tandilenses de Yamó donde las chicas volvían a sus casas -sin riesgos- con los primeros rayos de sol, luego de haber pasado toda la noche con un trago de jugo de naranja y vodka, Destornillador, bah!, los lentos habían dejado de sonar en los vinilos sustituidos por aquel inconfundible tema alertando el cierre del boliche: “Buenas noches queridos conejos…” Y no había vuelta, cada uno a su madriguera. A lo largo de la noche Yamó era un mundo aparte, la ciudad quedaba lejos, afuera, ajena. Ni bien se entraba, las puertas con unas filigranas decorativamente estudiadas hacían vislumbrar el interior más preciado. Los muchachos apostados en la barra con su vaso de whisky “pispeaban” a las pibas sentadas en los sillones. ¡Si habrán nacido amores en ese boliche! ¡Si se habrán roto corazones! ¡Si se habrá ido una y otra vez para verlo! ¡Si se habrá ido una y otra noche para verla, aunque sea con otro, o a pedir perdón! Fueron épocas inolvidables, de dejar lo autos sin llave en la Avenida Alvear para luego repartir amigos por los barrios. La época de la maxifalda, de la mini y los hot pants de los pantalones Oxford y de los cigarrillos Jockey Club, Marlboro y de los Benson dorados. Tiempos donde los jóvenes, con toda la vida por delante, se juntaban en “barritas”, así como las chicas y, las hormonas lanzadas a la noche bailaban a su propio ritmo. Los baños se convertían en confesionarios, tanto para las buenas noticias como las malas: un tercero o una tercera en discordia. Y las lágrimas eran como parte de una orquesta donde las risas también sonaban fuerte. Yamó formó parte de la vida de muchos jóvenes que hoy peinan canas.
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Actualmente y con el sello de Cecilia Corán, el lugar volvió a funcionar desde tiempo, renovado, glamoroso y un poquitín nostálgico.
Voces e imágenes
Osvaldo Gutiérrez, creador de Yamó, contó en la nota con Informadísimas cómo había diseñado, proyectado y soñado el espacio que permaneció abierto durante 34 años y que cerrarlo le había provocado mucha tristeza. “Hubo otros boliches con el mismo nombre en la provincia de Buenos Aires fundados por mí y también otros con distintos nombres –expresó- explicando también que Yamó es un nombre de fantasía y no tiene ningún significado en especial”.
El empresario relató que en aquel entonces dejaba a su equipo trabajando y a las seis de la mañana iba a reunirse con el encargado y el DJ para ver “cómo había sido la noche”.
Franco Cabrera y “Nacho” Menchón, también relataron los distintos roles que desempeñaron dentro de la “discoteca”, evocando una fiesta en particular, “la de la nieve donde tapamos las paredes con algodón. Fue algo fantástico e inolvidable”.
Los recuerdos de estas personas que días atrás estuvieron en la fiesta retro en los ´80 y ´90 del espacio ex Yamó (hoy Multiespacio Chapeaux), se refirieron al lugar como “mágico”, allí se dieron cita gente de todas las edades y muchos ex empleados que habían pasado por distintos roles como bar tender, tarjeteros, entre otros.
Para cerrar el año, el próximo 5 de noviembre se realizará el último encuentro retro del año, de alguna manera tratando de mantener vivo el recuerdo de un lugar inolvidable.