JUAN ALBERTO SPIKERMAN

Falleció el 25 de noviembre de 2023, a los 50 años.

Hijo de Mariano Spikerman (f) e Hilda Torresblanca, había nacido el 15 de febrero de 1973 en Tandil.

Vivió su infancia en el campo "La Soledad" de Arana y parte de su juventud en la localidad de Chillar. Cursó sus estudios en la escuela N° 6 “San Antonio” y en Técnica N° 1 “Villa Alducin”. Una vez de regreso a su ciudad natal, se convirtió en papá de Valentina. Luego formó una familia con Norma Báez, con quien tuvo a sus hijos Luana, Juan Ariel y Samara.

Con mucha personalidad, ayudaba a todos sus conocidos y amigos a resolver cualquier problema; siempre tenía una solución para todo y para todos.

Lo despidieron sus hermanos Mariana y Juan Manuel; su hermano político Javier García; sus sobrinos Belén, Carlos y Sol García Spikerman. Eugenia, Nicole y Brisa Spikerman y demás familiares ruegan una oración para que su alma pueda descansar en paz.

JOSÉ OSCAR UGARTE

Falleció el 26 de noviembre de 2023, a los 75 años.

Había nacido el 26 de abril de 1948, en Tandil. Su familia trabajaba en el campo. El 7 de agosto de 1969, a los 21 años, se casó con Nélida Cándido, con quien tuvo cuatro hijos: Claudio, Marcelo, Marisa y Débora.

En 1969 ingresó a trabajar en la empresa “El Rápido”, y lo hizo por un extenso período de 27 años. Luego se desempeñó laboralmente como remisero. Amaba conducir cualquier vehículo y era, además, un excelente conductor.

Tuvo tres yernos y una nuera, a quienes quiso como si fueran sus hijos. Fue abuelo de siete nietos: Gisela, Florencia, Joaquín, Juan Manuel, Agustín, Mauricio y Lara, y bisabuelo de cuatro bisnietos: Olivia, Berenice, Alfonsina y Homero.

Fue una persona muy generosa y servicial, amado por toda su familia. Será recordado siempre con mucho amor.

El 26 de noviembre pasado partió para encontrarse con Cristo.

NÉSTOR ALEJANDRO BARACCO (“TICO”)

Falleció el 6 de diciembre de 2023 en Tandil, a los 42 años.

Había nacido el 7 de noviembre de 1981 en Tandil. Fue hijo de María Alicia Montes y de Rubén Oscar Baracco y hermano de Eduardo, Carlos y Verónica Valenzuela.

A los 22 años un accidente lo dejó en silla de ruedas; un tiempo antes había perdido a su madre y, poco después, a su padre. Pese a estas adversidades, fue una hermosa persona, de gran corazón, que siempre estuvo al servicio de los demás. “Tico”, como le decían, era todo para su familia, especialmente para sus sobrinos, a quienes amaba.

A pesar de estar imposibilitado para muchas tareas, dejó una enorme enseñanza de vida a sus seres queridos: fue un hombre que siempre intentó brindar aliento y demostrar que, pese a todo, él se encontraba bien. Sabía cómo hacer para que sus seres queridos también se sintieran muy bien.

Su hermana Verónica -Beba, como él la llamaba- lo despidió de la siguiente manera: “‘Tico’ nos dejó una enseñanza de vida enorme y hoy nos hace mucha falta. Pero sabemos que ahora está junto a su papá y su mamá, después de tanto sufrimiento. Nosotros querríamos tenerlo entre nosotros, especialmente en estas fechas, pero sabemos que ahora por fin descansa en paz y que estará mirándonos y cuidándonos desde allá arriba”.

PEDRO ALBERTO GÓMEZ (“PERICO”)

Falleció el 2 de diciembre de 2023 en Tandil, a los 75 años.

Había nacido el 26 de marzo de 1948 en Gardey. Vivió en el campo junto a sus padres Hermenegildo Gómez y Humberta Siganda y sus hermanos Ana María, Dora y Víctor Hugo.

El 24 de marzo de 1972 contrajo matrimonio con Alicia de los Santos, con quien tuvo tres hijas: Anahí, Andrea y Verónica, quienes a su vez le dieron ocho nietos: Matías, Magalí y Marina González; Agustina, Patricio y Valentín Picchioni y Franco y Karen Moreyra. Su partida también es lamentada por sus yernos Oscar y Gastón.

Vivió sus primeros años de casado en Tandil, trabajando en la maderera Gutiérrez. Con la desaparición de su joven hermano, se volvió al campo a trabajar en el negocio de la papa junto a su padre. También se desempeñó laboralmente como tambero en el paraje El Carmen. Su último trabajo lo realizó como encargado en la estancia La Patria. Cuando se jubiló, vivió con su hija en el campo de Gardey, donde estuvo hasta junio de este año, cuando se pudo comprar su casa y se vino a vivir a Tandil.

En el campo le gustaba ocuparse de sus vacas y de su pequeño pedazo de campo.

Fue un gran padre y un abuelo muy presente para sus nietos. Los domingos eran infaltables sus asados y, después del almuerzo familiar, disfrutaba de jugar al truco.

Fue una gran persona. Su partida dejó mucho dolor entre sus familiares y amigos. “Siempre estarás en nuestros corazones ‘Periquito’”, lo despidieron.

ROBERTO OSCAR IANNONE

Falleció el 8 de diciembre de 2023, a los 77 años.

Había nacido el 6 de febrero de 1946 en Tandil. Pasó sus primeros años de vida en De la Canal, paraje ferroviario donde sus padres, don Oscar Iannone y Benita Juana Urraco, lo criaron y le enseñaron los valores básicos con los que posteriormente se manejó: la honradez y el respeto. Tuvo dos hermanas que siempre valoró y con las que compartió gratos momentos: Susana y Cristina.

Comenzó a trabajar desde pequeño en las tareas del campo, esquilando ovejas, hombreando bolsas y manejando camiones de cereales. Fue esta cultura del trabajo la que le quedó grabada a fuego en sus años de adolescente y la que forjó el espíritu emprendedor con el que construyó su principal logro laboral: la carnicería “El Canalense”.

Corría el año 1970 y en un local alquilado en el barrio de Villa Aguirre mitad pulpería, mitad casa antigua, Roberto comenzó su peripecia abriendo una carnicería de venta de carne y productos de cerdo. Su especialidad, el chorizo parrillero, fue lo que le auguro un futuro sólido y con el que se abrió camino a lo largo de los años. Ya son más de 50 años con la misma receta y sin alterar la calidad, corran los tiempos que corran.

Pero no todo fue trabajo en la vida de Roberto, el amor también fue importante en su vida. Fue así que cuando él tenía 21 años conoció a la que fue el amor de su vida: Noemí Esther Fogliatti. Junto a ella formó una hermosa familia, compuesta por dos hijos varones y una mujer: Gastón, Lucas y Luciana.

Juntos atravesaron épocas difíciles, momentos de calma y, por supuesto, de alegría y felicidad. En ninguno de esos momentos Roberto se doblegó o cambió su forma de actuar y pensar. Siempre se mantuvo sereno, firme y con buen humor.

Si tenemos que nombrar algunas de sus pasiones, sin lugar a dudas que su favorita era la pesca; viajes con familiares, con amigos, con conocidos... arroyos, lagunas y canales fueron los territorios que más frecuentaba. Eso sí, pescador de agua dulce. Mil aventuras y anécdotas que quedaron retratadas en fotos y videos. Según él comentaba, más que ir a pescar, le gustaba el hecho de ir a desenchufarse, prender un fueguito, hacer el asado, tomar algo y reírse entre amigos.

También es importante resaltar su espíritu familiar; sin dudas sus sobrinos, ahijados, cuñados, primos, amigos y todo aquel que se haya acercado lo suficiente a su vida ha disfrutado de algún encuentro en la quinta “El sueño del pibe” y tendrá alguna anécdota con él. Eran reuniones de verano en las que se charlaba, se comía, se jugaba y se reía hasta altas horas.

Su familia lo despidió de la siguiente manera: “Roberto nos dejó el 8 de diciembre pasado, se fue al encuentro de sus otros seres queridos: Porota, Pichin, el abuelo Negro, Chichina, Ñata, Perico, César y tantos otros amigos. Haciendo honor al significado de su nombre: ‘aquel que brilla por su fama’, deja una huella enorme de bondad, sacrificio, amor, pero sobre todo de integridad. Si hay una palabra para definir a Roberto Oscar Iannone, esa palabra es integridad. Todos los que lo conocieron y compartieron con él algún momento de su vida van a coincidir con esta afirmación. Para el que no sabe que significa esta palabra, casi extinta en estos tiempos, la integridad es la práctica de ser una persona honesta, respetuosa, y que actúa acorde a sus valores sin afectar los intereses de otros, incluso cuando nadie lo está mirando. Nuestro querido padre (marido, hermano y amigo) reunía estas cualidades y las puso en práctica durante sus casi 78 años de vida”.

MARÍA ANGÉLICA BALERDI DE ALÍ

María Angélica Balerdi de Alí nació en Tandil el 30 de septiembre de 1940. Hija de María Adela Frontini y de Celestino Balerdi, fue la mayor de cuatro hermanos, Raúl (f), Elena y Blanca.

Los primeros años de su vida transcurrieron en una vivienda ubicada en Roca y San Martín, mientras que años después su familia se mudó a 9 de Julio, entre Maipú y Belgrano.

El barrio se convirtió en el lugar que marcó el ritmo de aquellos años. La cercanía a la escuela y al taller donde dio sus primeros pasos en la costura fue clave durante su juventud.

Cursó sus estudios secundarios en el establecimiento educativo donde actualmente funciona la Técnica 2, en Alem y Maipú. Allí, además adquirió los conocimientos sobre corte y confección, que le sirvieron como base para convertirse en modista, profesión que abrazó hasta sus últimos días.

Trabajó durante una década en el taller de costura conocido como “lo de Viana”, donde además forjó amistades que conservó a lo largo de toda su vida.

Mari fue, por muchos años, la encargada de confeccionar vestidos para egresadas, quinceañeras o de fiesta. Pero los de novia eran su especialidad. Su dedicación y perfeccionismo la llevaron a convertirse en la responsable exclusiva de esos trabajos en un sector del taller destinado a esa tarea para garantizar el cuidado de las delicadas telas utilizadas en cada proyecto.

Luego, siguió cosiendo en su casa y junto a sus hermanas. Recibía pedidos de todo tipo y sus clientas expresaban siempre su agradecimiento al ver los resultados. En el último tiempo, se dedicó a cumplir con pequeños arreglos de prendas que las vecinas le llevaban, con la prolijidad que la caracterizó siempre.

A la par de su trabajo, dedicó su vida a su familia. Se casó con José Alberto Alí, con quien tuvo a sus dos hijos, María Fernanda y Juan Pablo, quienes crecieron en una casa en el barrio Terminal hasta que la familia se trasladó a una casa de 25 de Mayo y Alsina.

Con el tiempo, celebró la llegada de sus nietos. Sofía, Victoria, Agustín, Julieta y Pedro eran todo para Mari. Como abuela, siempre estuvo presente. En las escenas cotidianas era habitual ver gestos de amor y cariño hacia cada uno de ellos y nunca faltaba una rica comida para compartir.

El vínculo familiar fue muy fuerte con sus hermanas y con sus sobrinos, especialmente con Juan Ignacio, a quien crió como si fuera su hijo.

Era muy querida en el barrio. Recorrió sus calles a diario y entabló relaciones con comerciantes y vecinos, con quienes aprovechaba para mantener espontáneas conversaciones.

El 27 de octubre se fue en paz. Su partida fue repentina y dejó un inmenso dolor entre sus familiares, que la recuerdan en cada oportunidad que se presenta, para que siga presente, a pesar de su ausencia.

“Siempre vivirás en nuestros corazones. Dejaste una huella imborrable en todos nosotros. Hasta que nos volvamos a encontrar, descansá en paz”.

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