Setenta años después del bloqueo, Berlín rindió un sentido homenaje a su héroe
“Los héroes del puente aéreo de Berlín no fueron la gente que llevó comida sino la gente sobre el terreno, que se defendía”, cuenta, a sus 98 años, Gail Halvorsen.

Berlín celebró ayer los 70 años del fin del bloqueo de la ciudad a manos de la Unión Soviética, un importante episodio de la Guerra Fría, con su héroe de aquel momento, uno de los primeros pilotos que abastecieron a la población del oeste de la ciudad con dulces y víveres.
Recibí las noticias en tu email
Accedé a las últimas noticias desde tu emailSe esperaba que unas 50 mil personas asistieran a las conmemoraciones en el antiguo aeropuerto de Tempelhof, hoy transformado en parque urbano, escenario de una operación aérea sin precedentes de 15 meses, efectuada por los aliados.
En esta ocasión se proyectaron filmes, incluyendo grabaciones originales de la época, en pantallas gigantes y se organizaron conciertos, como el de United States Air Forces in Europe Band o el de la cantante Susan Wheeler Martosko.
Pero, sin duda, la estrella del día fue el expiloto de la fuerza aérea estadounidense Gail Halvorsen, apodado “Tío que bate las alas” o “chocolate volante” por la población local.
Entre junio de 1948 y septiembre de 1949, participó en la famosa “Operación Víveres”, el puente aéreo de Berlín.
Miles de aviones, principalmente británicos y estadounidenses, permitieron atender las necesidades de los más de dos millones de habitantes de Berlín occidental sometidos al bloqueo terrestre y marítimo puesto en marcha por los soviéticos.
Con esta medida, la URSS pretendía hacerse con el control de esta parte de la ciudad, administrada por los aliados, y dominar así todo el este de Alemania.
Paracaídas con caramelos
Desde entonces, Halvorsen se convirtió en una figura emblemática del imaginario berlinés, pues fue uno de los primeros pilotos de los “Rosinenbomber”, los bombarderos de uvas pasas.
Este era el mote que se dio a los aviones militares de los aliados que lanzaban golosinas para los niños en pequeños paracaídas cargados de caramelos, uvas pasas y chicles.
Gail Halvorsen explicó a unos niños berlineses cerca del aeropuerto que inclinaría las alas de su avión al sobrevolar la ciudad, y que así los avisaría de que iba a lanzar víveres. Esto le valió el apodo de “Tío que bate las alas”.
Al final creó escuela. Los paracaídas, al principio hechos con pañuelos o mangas de camisas, se acabaron perfeccionando y los lanzamientos fueron aumentando gracias al entusiasmo mediático que generó la operación en Estados Unidos.
El exaviador estadounidense de 98 años, vestido con su uniforme militar de la época, regresó el sábado a Tempelhof durante una primera ceremonia en su honor, visitando un campo de béisbol que lleva su nombre, situado en el antiguo aeropuerto.
Saludó a los berlineses de aquella época. “Fueron los pilares de la confrontación con la Unión Soviética”, declaró, acompañado de sus hijas Denise Williams y Marilyn Sorensen. AFP-NA