Ucrania va a elecciones, con la amenaza de injerencia rusa
Ucrania, convertida en teatro de operaciones de la “guerra híbrida” rusa, aguarda las elecciones presidenciales del domingo próximo asistida por expertos y organizaciones internacionales atentos a la posibilidad de que ocurra algún tipo de ciberacción desestabilizante como las que experimenta de forma continua desde 2014.
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Medios locales dan cuenta de los simulacros de ciberataques con los que personal del Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU) se entrena junto a especialistas extranjeros.
En paralelo, la Ukrainian Election Task Force -un grupo formado por el estadounidense Consejo Atlántico, la Fundación Victor Pinchuk y la Comisión Transatlántica sobre Integridad Electoral- trabaja con organizaciones locales en cómo responder a las “actividades subversivas” que vengan del exterior.
El temor ante los ciberataques que puedan llegar desde la potencia vecina está basado en la historia más reciente del país, por lo ocurrido desde la “revolución” de 2014 que antecedió a la anexión de Crimea por parte de Moscú.
Desde entonces, según coinciden los analistas, el Kremlin convirtió a Ucrania en un gran laboratorio en el que pone a prueba sus técnicas de “guerra híbrida”, el nuevo tipo de ofensiva que combina el uso de fuerzas regulares con campañas de desinformación (y noticias falsas), guerra psicológica y acciones cibernéticas.
Uno de los hitos de esa contienda sucedió el 23 de diciembre de 2015, cuando un ciberataque afectó los sistemas informáticos de tres distribuidoras de energía y cortó durante alrededor de seis horas el suministro eléctrico de 230 mil hogares.
Considerado el primer cibergolpe exitoso en el mundo contra una central eléctrica, el ataque afectó a 30 subestaciones de la principal distribuidora de energía y a otras dos empresas, aunque en menor escala.
Esas acciones no se dieron de manera aislada, sino como parte de una serie de acciones cibernéticas que durante los últimos cuatro años afectaron a prácticamente todos los sectores de Ucrania, desde los medios de comunicación hasta instituciones financieras, de transporte, militar, política y energética.
Una de ellas, de la que el resto del mundo tuvo una pequeña muestra, fue la embestida en junio de 2017 de NotPetya, un malware que se salió de control y terminó afectando a cientos de empresas en 65 países.
Disfrazado como un “ransomware”, el tipo de virus que encripta los archivos de una computadora o teléfono y los libera a cambio del pago de un “rescate”, NotPetya era en realidad un “destructor con características de gusano” -según describieron expertos a Télam- diseñado para romper el sistema contable más usado de Ucrania.
De hecho, ese código malicioso había sido desarrollado para propagarse por las redes internas de las empresas y organismos que utilizan el software de contabilidad MeDoc, instalado en alrededor de un millón de computadoras en ese país.
Mientras NotPetya se expandía, una “fábrica de trolls” con sede en San Petersburgo trabajaba con la autodenominada República Popular de Donetsk, en el este ucraniano, en la producción y difusión de videos de propaganda y noticias falsas que apuntaban a desacreditar a grupos proucranianos y alentar el conflicto en la región, según reveló la BBC. (Télam)