El activismo “marrón” desembarcó en el teatro con “Sí, señora, sí”

Una de las integrantes de “Identidad marrón”, la directora teatral y actriz Daniela Ruiz, protagoniza cada viernes una obra teatral que ella misma escribió, basada en la experiencia de su madre y abuela como empleadas domésticas de familias acomodadas de la clase alta salteña que las hicieron víctimas de todo tipo de atropellos racistas.
Recibí las noticias en tu email
Accedé a las últimas noticias desde tu email“Solita de acá, Solita de allá…me tenía cansada ¡qué manera de burrear en esa casa! Y sí, bien solita que estaba…¡y la casa era grande!”, dice en un tramo de la obra Soledad, el personaje que encarna Ruiz en el unipersonal puesto en escena por la Compañía teatral Siete Colores Diversidad que también conduce.
Soledad es una mujer salteña que de adolescente fue dejada por su madre en la casa de una señora de clase alta para que trabaje como sirvienta cama adentro, sin otra paga más que la comida y los gastos –incomprobables- que demandaba su pequeño hijo a quien sus patrones habían inscripto como propio, criándolo como si fuera propio y tomando todas las decisiones.
Más de 40 años después de haber fregado y fregado, Soledad es sustituida por una empleada más joven y echada a la calle sin ningún tipo de miramientos, con su hijo estudiando lejos y sin saber que ella era su verdadera madre.
El tiempo de la obra la encuentra en la sala de espera de un hospital, donde cuenta sus penurias en voz alta mientras espera ser atendida por la artrosis que afecta sus huesos y que le impide seguir trabajando.
En diálogo con Télam, Ruiz cuenta que hace poco comenzó a “desarmar las prácticas violentas” ejercidas contra su madre, que en ese momento era “un cuerpo permitido” de ser explotado por su condición de pobre y marrón, para poder reconstruirlas en un guión que interpela fuertemente a la audiencia en cada nueva fecha.
“La semana pasada, al volver a la sala después de cambiarme al terminar la función, veo adelante una chica que estaba llorando, llorando y llorando. Yo no entendía por qué. Entonces me cuenta que su mamá ‘hacía esas prácticas con la niñera y la sirvienta y yo no pude nunca decirle nada porque me era cómodo: hoy que soy feminista, te pido perdón”, contó.
La actriz y activista trans que por primera vez representa a una mujer cisgénero en esta obra asegura que el teatro siempre fue para ella “una herramienta política” que le permitió “empoderarse” y desafiar al auditorio a indagarse sobre algunas cuestiones.
“¿De qué nos sirve hacer un activismo que no de debate, que no interpele y cuestione, en este caso la lectura que se hace de los cuerpos? De la manera que un cuerpo sea leído, ese cuerpo va a ser puesto en un lugar y tratado de una determinada forma: será un cuerpo permitido para algunas cosas y no para otras”, dijo.
“La estructura racista que está detrás muchas veces no está vista, y si no hay nadie que me llame para hacer esto, si no se visibiliza ni se analiza en las universidad, nosotros lo estamos trayendo y de algo está sirviendo porque tenemos funciones hasta fin de año”, dijo.
La obra se podrá ver el próximo viernes a las 20.30 en El Piso-Cultura Escénica (Hidalgo 878), y el viernes 28 a la misma hora en Casa Cultural Pepa Noia (Brasil 444) y el 20 de marzo se muda a Espacio 33 (33 Orientales 1119. En todos los casos, con entrada libre y a la gorra. (Télam).