Necrológicas
V MARÍA ÁNGELA NÚÑEZ
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El pasado martes 23 de junio de 2020, a los 86 años, falleció María Ángela Núñez. “Coca”, como era conocida por sus amistades y allegados, siempre se aferró a la vida y sin maldad, decidió demostrarle al mundo que con amor se puede vivir a pesar de los golpes duros que le dio la vida al perder a su hermana y luego a su hija Gladys.
Fue una persona que trabajó mucho para conseguir llegar a donde llegó. Siempre dando consejos positivos y alentadores, con simples palabras y un caramelo de por medio.
El kiosco, trabajo que desempeñó por largo tiempo, fue comienzo de nuevas amistades para muchos de los que hoy la recuerdan. Fue el inicio de aventuras que la hicieron muy feliz. Tenía un alma pura y una elegancia sin igual, esa inocencia que la hacía tan natural para con todos. Dentro de su rutina, concurría al gimnasio, donde siempre tenía una atención para sus compañeras. Los sábados se preparaba para ir a la peluquería, donde pasaba horas con sus amigas y con galletitas de por medio transitaban la tarde. El domingo iba al baile de jubilados, donde se encontraba con amigas o hacía nuevas, y pasaban todos un momento agradable.
Era una mujer que no conocía la maldad, que supo perdonar y volcar toda su energía al amor de su familia y amigos. Tenía un don especial y con sólo dar un simple caramelo transmitía mucho amor. Tenía el poder de cambiar el día de las personas cuando estaban angustiadas; siempre predispuesta a ayudar sin pedir nada a cambio.
Como decía todos los domingos, “hay que estar coqueta para el baile”, mientras esperaba el auto que la llevaba al salón donde pasaba momentos felices. Siempre elegante y lista para disfrutar cada salida. Fue como esa flor que a pesar de las heladas logró florecer. Era una persona que se sentía libre de ser lo que era, una madre, una abuela, una tía, una amiga.
Disfrutó cada minuto de su vida como si fuera el último. Esas mañanas frías preparaba un mate calentito a la espera de las visitas de sus seres queridos. Se extrañarán esas comidas que sólo ella sabía preparar con tanto amor.
“Nos enseñó que con un simple gesto podía ayudar a otros, y sé que siempre será recordada por todos los que la conocemos”.
Era un ser de luz con un corazón de oro, fue un orgullo para su familia y amigos, y siempre estará presente para sus seres queridos. Están lo que la recordarán al ver un simple caramelo, están los que la recordarán al bailar, como también están los que la recordarán cuando compartan un té.
“Sin decir una palabra ella siempre estaba cuando necesitabas consuelo, siendo esa luz que estaba prendida para quien lo necesitara. Supo comprender el dolor ajeno sin juzgar a nadie. Ella nunca esperó nada a cambio, enseñó lo que es amar y agradecer. Fue una mujer fuerte y llena de vida, supo ser una madre para sus nietos, sobrinos y su primo. Hasta siempre ‘Coca’”.
Su nieto Leonardo escribió la siguiente dedicatoria. “Mi alma se hizo translucida el día que tú te hiciste invisible, y digo invisible porque sé que estás cerca de mí, que escuchás todo lo que te digo y que me guiarás en el camino como siempre lo hiciste. Aún cuando el camino está lleno de baches, sé que estás ahí para ayudarme a saltarlos, como lo hiciste en cada momento difícil que pasé. Ahora tendré que afinar el oído, para poder escuchar cómo aplaudes mis triunfos desde lejos, como lo hacías antes por teléfono.
El día que te internaron yo perdí el habla por un segundo cuando me dijiste ‘hola cariño’, no supe como resumir en dos palabras lo mucho que te amo, el tiempo pasó y sólo escuché ‘todo va estar bien, te quiero mucho’.
Tú que me has enseñado a no rendirme con tu forma de aferrarte a la vida, a que si te caías dos veces te levantas tres. Aún trato de buscar la manera de construir una escalera al cielo, para decir lo mucho que te amo y darte el último adiós. Ya van doce días sin ti, doce días lleva el universo de luto, abuela, porque hace tres días que te fuiste. No voy a olvidarte, aunque tú, ya no estés presente.
Intento recordar esas historias que me contabas en la cocina cuando estábamos solos, una y otra vez cargada de una perpetua emoción, mientras yo disfrutaba verte. Ahora tu ahí, adornando ese cielo, y yo aquí, en esta tierra, temblando de miedo con tu muerte, manejando la aguja de la brújula, que ya nunca más marcará el norte, el sur, el centro, ni nada.
Siempre supe que eras un ángel y que, con tus alas, algún día ibas a volar. Pero créeme que no era así como lo imaginaba, así no. Eres la espina más bonita que llevo y llevaré siempre clavada en mi corazón.
Las nubes cargadas, diluviando sobre el corazón de todos aquellos que te conocieron, que te echan de menos y que transpiran de dolor que fue tu partida en forma de lágrimas. Regando el recuerdo de aquella flor marchita que no pudo volver a la vida. Puliendo esos diamantes que tenías por sonrisa.
Esos ojos de bronce. Ese pelo de plata. Ese corazón de oro. Siempre vas a ser la ganadora de todas las medallas de los juegos olímpicos de mi corazón.
Dueña del fuego de esa antorcha que nunca más volverá a encenderse.
Fuiste el horizonte que desee alcanzar y seguirás siendo el espejo en el que mirarme. Porque sé que llegar a ser como tú significará haber triunfado, haber aprendido tanto que incluso la vida misma venere cada uno de tus pasos.
Contigo se fue una parte de mí, un pilar tan importante en mi ser.
La vida es cruel por avanzar deprisa, el mundo gira demasiado rápido. Ojalá hubiera podido regalarte de mis años, ojalá devolverte al menos una sola parte de todo lo que me has dado.
Como desearía parar el tiempo, descarrilar la vida, para frenar en ese momento maravilloso que pasamos. Extraño tus abrazos, tus dulces consejos, esa sonrisa tan llena de amor y vida. Hoy me cuesta soltarte, pero sé que ahora estás al lado de mamá y que no estarás sola. Sólo espero haberte hecho muy feliz. Te amo abuela”.
V JULIO JOSÉ IBARRA (PEPE)
Julio José Ibarra, alías “Pepe”, nació en Ayacucho, el 19 de enero de 1929, y era hijo de Gabriel Ibarra y Cenobia Burgos. Se quedó sin sus padres de muy pequeño y fue criado por la familia García.
De muy niño comenzó a trabajar en un almacén y a los 17 años fue a realizar tareas a un campo en la ciudad de Balcarce, donde fue uno más de la familia. En 1949 hizo el servicio militar en Colonia Sarmiento, algo que él siempre recordaba con cariño, allí también aprendió a boxear. Al finalizar, comenzó a trabajar en el ferrocarril.
En el año 1951 conoció a la que sería su esposa, Aurora Victoria Pérez, en la ciudad de Maipú. Junto a ella tuvieron tres hijos: Julio Gabriel, María Cristina y Jorge Daniel.
Aurora se desempeñaba como enfermera en el Hospital de la ciudad, tras su insistencia comenzó a estudiar enfermería logrando recibirse con honores.
En 1958 se trasladaron con la familia a la ciudad de Tandil, para desempeñarse en el Hospital Municipal Ramón Santamarina y además realizar su profesión de manera particular. En el Día del Enfermero, cada 21 de noviembre, en las reuniones que se realizaban, disfrutaba recitar para los amigos. Luego, en 1973, llegó a ser presidente de su club tan querido, La Movediza.
Fue abuelo de cuatro nietos: Lorena, Matías, Natalia y Cintia y bisabuelo de siete pequeños.
Trabajador incansable, se jubiló en el año 2004, a sus 78 años. Sus hijos, hijo político, nietos y bisnietos siempre lo recordarán con cariño.
V HERMIÑA MIRELLA REYNOSO DE RODRÍGUEZ
Hermiña Mirella Reynoso de Rodríguez nació el 1 de junio de 1919, en Necochea. Se casó con Arnaldo Rodríguez y tuvieron cuatro hijos: Aníbal Oscar, Jorge Arnaldo, Ana María y Néstor Eduardo.
Vivió en Ayacucho muchos años y falleció en Tandil, a los 101, el pasado 29 de junio de 2020. Sus hijas políticas, nietos, bisnietos y tataranietos la recordarán siempre.
V LAUREANO HÉCTOR FERRERAS
Laureano Héctor Ferreras, más conocido como “Tito”, nació el 3 de agosto de 1927, en Gonzales Chaves, y era hijo de doña Manuela y de don Laureano, además del hermano mayor de Elsita y Gogi.
Desde temprana edad, trabajó en el Correo Argentino, y fue trasladado a Benito Juárez, donde conoció a Lía Eda, quien sería su esposa durante 67 años.
Posteriormente, se trasladaron a Tandil, lugar en el que formaron su hogar, tuvieron dos hijas: María Laura y Analía. Luego llegaron los yernos, los nietos, nietas políticas y con gran felicidad disfrutó de Lorenzo, su bisnieto. Falleció el pasado 25 de junio de 2020.
“Padre nuestro, recibe a Tito en tu seno de amor y misericordia y que brille sobre él la luz que no tiene fin”.
V JULIO DÍAZ
El pasado 7 de julio de 2020 falleció, en Tandil, Julio Díaz. De esta manera comenzó a transitar el camino a las moradas celestiales una persona difícil de olvidar por aquellos que tuvieron el privilegio de conocerlo y pudieron compartir tiempo con él.
Hombre de trabajo y de familia, miembro desde la primera hora de la Iglesia Peniel, con un carácter alegre, cultor de la amistad en buenos momentos y en tiempos de prueba, compartió su valiosa sabiduría tanto en lo espiritual como en lo práctico. Además, dejó su impronta en esos tiempos tan especiales de la construcción del templo, donde aportó y compartió sus valiosos conocimientos y su compañerismo.
“Hoy nosotros lo despedimos con pesar porque lo vamos a extrañar, pero con el gozo que aporta la fe al saber que bien guardado por ángeles a su alrededor emprendió ese camino a la concreción de la promesa de nuestro Señor Jesucristo a habitar en los cielos junto a Él y por toda la eternidad.
Hasta pronto Julio querido. Tu familia, tus amigos y tus hermanos”.
Sus restos mortales, previo responso, fueron inhumados el 8 de julio en el Cementerio Municipal.
V PEDRO MARTÍN ZÉTOLA
Pedro Martín Zétola nació el 1 de enero de 1937, en el paraje de Udaquiola, partido de Ayacucho. Hijo de Ana y Vicente, hermano de Tita, Sara, el Negro y Antonio, con los cuales fue muy compañero y muy unido. De muy chico, trabajó en el tambo con su papá.
Tenía estudios básicos que lo ayudaron a defenderse en la vida. A los 27 años, se casó con Isabel, su fiel y buena compañera, y se fueron a vivir a Solanet. De esa unión nació su hijo mayor, Pedro. Trabajó en el campo en actividades agrícolas y luego, a los 39 años, se instalaron en Tandil, donde nacieron sus dos hijas mujeres, Marcela y Andrea.
Se dedicó a trabajar varios años en fábricas de fundición, luego quedó sin empleo y realizó la tarea de changarín, hasta que estuvo como casero y cuidador de una casa quinta. En esa época, junto a su esposa, lograron hacerse su casa.
Le gustaba mucho la música y bailar, lo que hacía muy bien y lo compartía junto a su familia. También disfrutaba de jugar al truco.
Al fallecer su esposa, se fue a vivir con su hija menor y posteriormente estuvo durante ocho años en un hogar, lugar donde encontró compañía y cuidados cotidianos y para él eran parte de su familia.
En este tiempo siempre estuvo acompañado por sus hijos, nietos y hermanos, quienes iban a visitarlo regularmente.
Fue un buen padre, enseñando los valores de la vida. Falleció el pasado 29 de junio, causando un profundo dolor en su familia, hijos, hijos políticos, nietos, hermanos, quienes lo recordarán con mucho amor por siempre.
V MARIO DICÓSIMO (TEDDY)
Nació el 21 de abril de 1939, y era hijo de padres italianos, Felipe Dicósimo y María Graciana Bruno. Fue el segundo de tres hermanos, Carlos y Marta, ya fallecidos.
Desde niño practicó deportes como natación, donde compitió con la delegación del club River Plate de Buenos Aires, también integró el equipo de básquet del club Excursionistas y en ese mismo ámbito se desarrolló como patinador hasta convertirse en el director del equipo de patín y, junto a sus compañeros, recorrió varias ciudades de la provincia, haciendo eventos a beneficio.
En 1957 conoció, en la “vuelta del perro”, a quien sería su esposa y el amor de su vida hasta el último día, Mirta Leoni Pérez (Betty), con quien tuvo dos hijas: Claudia y Graciela.
A sus 18 años, ya había comenzado los primeros pasos en lo que sería su vocación y su pasión, la herrería artística.
Fue uno de los socios del primer taller en Tandil en construir tanques de acero inoxidable para empresas como El Amanecer. También construyó el logo de la compañía de seguros La Tandilense, ubicada en 9 de Julio y Belgrano.
Más adelante, en 1970, se desempeñó como capataz en la cantera Cerro Federación hasta su cierre.
A partir de 1982, se dedicó de lleno a la herrería en su propio taller, donde aplicó su talento y creatividad para hacer verdaderas obras de arte, que hasta el día de hoy embellecen y dan seguridad, en muchos domicilios, comercios y empresas de Tandil.
Fue un luchador incansable que supo reponerse de muy duros golpes, siempre saliendo adelante con su saber, su oficio, su honestidad, su espíritu de lucha y el apoyo eterno de su familia, quienes lo acompañaron y cuidaron hasta el pasado 27 de junio, día que falleció.
La gratitud, la honestidad y la lealtad eran su bandera, siempre agradecido a quienes lo apoyaron, amigo leal, excelente esposo y padre, un hombre con fuertes principios y valores.
Vivirá siempre en el corazón de su esposa, sus hijas y de todos aquellos que tuvieron la oportunidad de llegar a conocerlo a lo largo de su vida y disfrutar su calidez, su hospitalidad y su cariño. “Te amamos eternamente. Betty, Claudia y Graciela”.
V DANIEL PONCE AMURRIO
El pasado 28 de junio de 2020 falleció, en esta ciudad, Daniel Ponce Amurrio. Había nacido el 10 de julio de 1937, en Oruro (Bolivia). De muy joven vino a Argentina, y vivió en Salta, Buenos Aires y llegó a Tandil donde conoció a su compañera Marta Isabel Marimon, formó una familia y tuvo a sus hijos José, Julio y Gustavo.
Se desempeñó en varios oficios, siendo la panadería y la construcción sus grandes pasiones, al igual que la música, con su acordeón a piano. Construyó su casa y también el hogar y comercio de muchos tandilenses. Estando en sus obras, se escuchaban las tonadas de gente provinciana, de países hermanos y por supuesto, de Tandil. En su paso supo dejar amor, honestidad, tesón y dignidad. “Te vamos a extrañar Ponce, descansa en paz. Tú esposa, hijos, nueras y nietos”.