RAÚL PEUSCOVICH<figure class="image"><img src="https://cdn.eleco.com.ar/media/2023/04/necrologicas.jpeg" alt="Necrologicas - 1"></figure>Raúl Peuscovich tenía 79 años, de los cuales pasó en Tandil casi toda su vida, aun cuando por razones laborales le tocó trabajar fuera de la ciudad durante un largo tiempo. Esa instancia, de alguna manera, le permitió encontrarle un segundo sentido al trabajo: no sólo el de ganarse honradamente la vida, sino –y mucho más desde el Estado- de ocuparse del prójimo, de hacerle más fácil el laberinto de fárragos y trámites que todo afiliado a IOMA conoce y padece.Mucho antes de esa etapa, Raúl Peuscovich -siguiendo los pasos de su hermano- trabajó en Nueva Era, en una etapa que cambió para siempre la cultura gráfica de los diarios, cuando se pasó al sistema offset, una transformación decisiva en la tecnología de la prensa de papel. Fue armador en los talleres del vespertino y también del flamante diario El País y el Mundo.&nbsp;Luego salió a la calle para hacerse cargo de una tarea muy ardua que sacó adelante por su personalidad afable, plena de amabilidad, a la manera de un tandilense viejo: vendía publicidad, comercio por comercio, y todo el que está en el tema de la venta sabe más que nadie lo difícil que significa la venta publicitaria. Pero en ese punto Raúl también resignificó su trabajo: en el cara a cara con el comerciante, en ese trato donde se impone el diamante de la confianza, le fue mucho más fácil que nadie vender avisos para los diarios, a instancias de un carisma natural que llevaba como una marca registrada.Un día, casi sin buscarlo, empezó a trabajar en IOMA. Entró como personal político y, curiosamente, por su propia personalidad, no se fue más. No se fue él ni tampoco lo iban a dejar irse, con lo cual quedó en planta permanente. Así pasó sus próximos años arriba de un colectivo. De martes a viernes estaba en La Plata y los sábados en Tandil. Más de un vecino fue testigo de las puertas abiertas de la casa de Raúl, los sábados por la mañana, para recibir a los afiliados de IOMA, escuchar sus problemas y gestionar sus soluciones, sin cobrarles un centavo ni pedir nada a cambio. Y lo hizo por su vocación de servicio, una suerte de trabajador filántropo, una rara avis del Estado en un organismo clave para la salud de los bonaerenses y, en su caso, de sus vecinos de Tandil.&nbsp;En La Plata sus superiores le decían que el horario que cumplía –el primero en llegar y el último en irse- lo hacía acreedor a tener “las llaves de IOMA”, metáfora humorística de la cual sin duda se habrá sentido orgulloso.Raúl Peuscovich tuvo una muy fraterna vida social en Tandil, fue un hacedor sin pausa, y en eso se emparenta con la genealogía de los Peuscovich a través de las generaciones y con el afecto que se supo ganar en el corazón de los vecinos.Falleció en Buenos Aires, casi a los 80, dejando tras de sí la estela de un tipo simple,solidario y de corazón generoso. Que descanse en paz.JULIO ALBERTO CAPPELLUTI<figure class="image"><img src="https://cdn.eleco.com.ar/media/2023/04/necrologicas.jpg" alt="Necrologicas - 2"></figure>El 25 de marzo pasado falleció Julio Alberto Cappelluti, un vecino muy querido para esta comunidad que lo recuerda como un ser alegre, amable y generoso. Había nacido en Tandil, el 24 de marzo de 1949, y era hijo de María Antonia Acuña y Juan Cappelluti, y tuvo un hermano, José, quien se le había adelantado en el camino hacía sólo 4 meses.&nbsp;Tras completar sus estudios secundarios, su primer trabajo fue en Metalúrgica Tandil, durante el apogeo de la industria metalmecánica. Luego, consiguió empleo en Zabel Hogar, donde ofició de vendedor en el salón del reconocido bazar y tienda de electrodomésticos.&nbsp;Su vida laboral, hasta que alcanzó la jubilación, continuó en el hotel Kaiku, ubicado en Mitre y Paz, donde fue recepcionista. En todos esos lugares dejó buenos recuerdos y grandes anécdotas.&nbsp;En noviembre de 1977, se casó con María Isabel Gigena y estuvieron juntos durante 46 años, llevando adelante una hermosa familia que se completó con sus hijos Juan José y Noelia. Más tarde, llegó Catalina, su única nieta y la luz de sus ojos.&nbsp;Su pasión más grande fue el fútbol y jugó en su amado Santamarina. Era socio, fanático y habitual seguidor del aurinegro. Asistió a los partidos hasta que se lo impidió su salud.&nbsp;En paralelo, fue militante del Partido Justicialista, ya que la política lo entusiasmaba. Incluso, fue candidato a concejal en la lista que llevó a Jorge San Miguel como aspirante a intendente, en las elecciones en que competió con Julio José Zanatelli.&nbsp;De carácter tranquilo, disfrutaba el ejercicio físico, salía a correr, le gustaba pasear y encontrarse con amigos para charlar de fútbol y de actualidad.&nbsp;Disfrutaba mucho de su familia, compartir momentos con su esposa, sus dos hijos y su nieta, quienes lo extrañan y lo recuerdan todos los días. Les queda el consuelo de haber crecido junto a una gran persona. Y lo confirmaron a través de los saludos y los mensajes que calificaron a Julio como “súper alegre, amable y generoso”.&nbsp;JUAN DE DIOS LUJÁN<figure class="image"><img src="https://cdn.eleco.com.ar/media/2023/04/necrologicas_1.jpeg" alt="Necrologicas - 3"></figure>Juan de Dios Luján nació el 7 de diciembre de 1939, en Córdoba, y falleció el pasado 31 de marzo, en esta ciudad, dejando un gran legado a sus hijos, familiares y amigos.&nbsp;Cuando era muy chico, junto a sus padres María Josefina Rodríguez y Juan Valentín Luján, y sus hermanas Alba Argentina y Jorgelina Beatriz, se radicó en Tandil. La familia vino en busca de brindarle una mejor calidad de vida a una de las niñas que sufría de una afección pulmonar. El clima y el aire puro atrajeron a Juan de Dios hasta estas sierras que lo enamoraron, y nunca más se fue.&nbsp;Trabajó en la imprenta de Zoccali, que estaba ubicada en España al 500, local que luego ocupó la concesionaria UAM. Más tarde, se sumó a la Usina Popular y Municipal de Tandil, donde cosechó amigos y compañeros, pero también colaboró con muchos vecinos para facilitarles trámites y gestiones vinculados al servicio eléctrico. Además, ocupó cargos administrativos en el Sindicato de Luz y Fuerza de Mercedes, Buenos Aires, y en la seccional local del gremio.&nbsp;Apasionado del fútbol y fanático de Racing, jugó en Jorge Newbery y en el seleccionado de la Liga Tandilense. Además, tuvo una vida social muy activa, participó en comisiones barriales y le encantaba el tango.&nbsp;Tuvo dos hijos, Juan Pablo y Fernando, más conocidos como “los Tuto” Luján, quienes lo recuerdan así:&nbsp;“Nuestro papáGigante e inmenso árbol de la bondad.Buen amigo.Buen padre.Buen marido.Buen vecino.Buen hermano.Buen tío.Buen abuelo.Buena mirada.Buena persona.Una bella frase recita por ahí, los buenos mueren.Así era Juan de Dios Luján, nuestro papá… ‘el Rulo’.Frondoso árbol de la bondad, tu salvia, tu salvia, sí, tu salvia siempre, siempre, pero siempre, expresará algo noble cuando a ti se te recuerde.Te queremos mucho papá.Te amamos.Nos volveremos a encontrar.Gracias por tanta entrega.Gracias por tanto amor”.MARÍA ANTONIA TROPÍA<figure class="image"><img src="https://cdn.eleco.com.ar/media/2023/04/necrologicas_1.jpg" alt="Necrologicas - 4"></figure>A los 95 años, el 24 de marzo pasado, falleció María Antonia Tropía. Nació el 31 de mayo de 1927, y era hija de Rosa Provicito y José Tropía, un inmigrante que había llegado en barco desde Italia, escapando de la guerra.&nbsp;Se crió en el barrio de Las Heras entre 14 de Julio y San Lorenzo. Una vez que terminó la escuela, aprendió el oficio de sastre y se destacó como pantalonera, laboriosa y detallista. Esa profesión la acompañó hasta su jubilación.&nbsp;María Antonia se casó con Roberto Giannaccini, conformando una familia junto a su único hijo Daniel Roberto, quien murió a la temprana edad de 15 años. Más tarde, perdió a su esposo, quedando viuda a poco de cumplir los 40 años.&nbsp;Mujer de carácter, se sobrepuso a las pruebas que le interpuso el destino. Desde entonces, vivió con su hermano Carlos José como vecino. Y ya jubilada, disfrutaba de la jardinería y de colaborar con las causas comunitarias.La partida de su hermano y compinche, en 2017, impactó en su ánimo. A pesar de su avanzada edad, siempre estuvo lúcida para disfrutar de la compañía de sus sobrinos y sobrinos políticos.&nbsp;Transitó la dura pandemia, con las restricciones que afectaron a las personas mayores, hasta su partida, en el Día de la Memoria. Sus restos descansan en el cementerio parque Pradera de Paz.&nbsp;GUSTAVO ADOLFO CERDEIRA<figure class="image"><img src="https://cdn.eleco.com.ar/media/2023/04/necrologicas_2.jpeg" alt="Necrologicas - 5"></figure>El 28 de junio de 1961 nació Gustavo Adolfo Cerdeira, quien transitó la vida en el barrio de Villa Italia. Trabajador, creativo y de gran corazón, partió de este mundo a los 61 años, el 29 de marzo pasado, dejando a familiares y amigos en una profunda tristeza.&nbsp;Era hijo de Marta Antonia López y Floreal Universo Cerdeira, y el hermano del medio de Nancy y José María. Nació, se crió y vivió siempre en Villa Italia, cerca del domicilio que fuera de sus padres, ubicado en Maritorena al 100.&nbsp;Cursó sus estudios en la Escuela Técnica y a los 13 años, comenzó a trabajar en el taller de su tío. Luego ingresó al Ejército, donde se recibió de enfermero, profesión que desarrolló en el Laboratorio Montani durante varios años, cumpliendo diversas tareas con enorme vocación.&nbsp;Más tarde, en busca de un mejor futuro para los suyos, consiguió empleo en Ocasa, donde repartía paquetes y se encargaba del correo. Los últimos años los pasó en Prosegur, como chofer de transporte de caudales y mecánico de las unidades.&nbsp;En 1992, se casó con Mariela Micaela Orellano, con quien formó una hermosa familia también integrada por los cinco hijos de ambos: Andrea Anahí, Juan Manuel, Sebastián Maximiliano, Luca Ezequiel y María Florencia. Una corta y agresiva enfermedad le impidió conocer a su nieto en camino, a quien seguro guiará desde donde esté.&nbsp;Su gran pasión era la música ciudadana y cantaba, muchas veces acompañado por la guitarra del maestro Argentino Urrutia. Se presentó en varias ocasiones en el ciclo Tango por los Bares. Incluso, junto a otros artistas y de la mano de Ana Bayerque, tocó en el Hospital Debilio Blanco Villegas para agasajar a los niños en su día.&nbsp;En el fútbol, seguía a Boca Juniors y también le gustaban las carreras de autos y motos, ver el Turismo Carretera y la Fórmula 1 por televisión.&nbsp;Gustavo unía a la familia. Junto a su esposa, disfrutaba de juntarse los siete, además de nueras y yernos, acompañándose y poniéndose al día con la charla. Tuvo un enorme corazón que supo conquistar a su entorno más cercano, pero también a sus compañeros de trabajo y a los músicos amigos. Hoy todos ellos ruegan para que descanse en paz.&nbsp;“Entendí que mi vida no se detiene aunque el reloj no me marque la hora” (Frase de “Becho” Cerdeira, papá de Gustavo, que eligió la familia para despedirlo).MIGUEL ÁNGEL IBARRA<figure class="image"><img src="https://cdn.eleco.com.ar/media/2023/04/necrologicas_2.jpg" alt="Necrologicas - 6"></figure>En Tandil, el 25 de mayo de 1967, nació Miguel Ángel Ibarra. Era hijo de Tomasa Roldán, quien enviudó cuando él era pequeño, pero tuvo a Pablo Vila como padre del corazón.&nbsp;Cursó la secundaria en la Escuela Técnica 2 y vivía en el barrio La Movediza. De joven, aprendió el oficio de albañil y se especializó como techista, labor que desempeñó hasta contraer una enfermedad irreversible.“Miguelo”, como lo llamaban, se casó, el 29 de mayo de 1986, con Silvia Lescano y tuvieron dos hijos, Yésica y Mauro. Más tarde, llegaron los nietos Samira, Samuel, Bautista e Isabella, de sólo dos meses, a la que pudo conocer.&nbsp;Disfrutaba el oficio de techista, ya que le encantaban las alturas. Ejecutó las cubiertas de muchos galpones, algunos ubicados en el campo. Por otra parte, en su tiempo libre, disfrutaba manejar su moto y juntarse con amigos.&nbsp;Desde que su salud empeoró, vivía con su hija Yésica, quien agradeció al equipo de Cuidados Paliativos del Hospital Santamarina por la atención y contención.&nbsp;“Miguelo” falleció el 20 de marzo y sus restos descansan en el cementerio parque El Paraíso.&nbsp;AMANDA BEATRIZ ESCUDER<figure class="image"><img src="https://cdn.eleco.com.ar/media/2023/04/necrologicas_3.jpg" alt="Necrologicas - 7"></figure>“El 28 de marzo le dimos el último beso”, contó la familia de “Beba”. Amanda Beatriz Escuder nació el 1 de septiembre de 1938, en esta ciudad, y fueron sus padres Amelia Iriarte y Maximiliano Escuder. Era la tercera hija de cuatro mujeres.&nbsp;Estudió en el colegio Sagrada Familia junto a sus hermanas. Contrajo matrimonio con Raúl Luis Manera, y juntos recorrieron el sendero del amor disfrutando de cada paso durante 61 años. Tuvieron dos hijos, Susana y Mauricio, y luego a sus nietos Maximiliano, Agustín, Leandro, Lucas, Manuel y Mateo.&nbsp;“Beba” trabajó siempre ayudando a su padre en el reconocido almacén de la Av. España y 9 de Julio “Casa Escuder” y a su vez, como ama de casa, en la crianza de sus hijos y los quehaceres domésticos. Sobre todo, fue una gran cocinera, donde ponía toda su dedicación y pudo llegar a transmitir esa pasión a uno de sus nietos.&nbsp;Su hija la recuerda: “A veces las palabras no alcanzan para expresar el dolor que se siente al perder a una madre, que no sólo fue eso, sino también amiga, consejera, respaldo, compinche, compañera de largas charlas, risas y cafecitos. Fuiste una persona tan sabia, admirable, bondadosa y luchadora hasta el final, con un amor inmenso para dar sobre todo a tus nietos, siempre atenta a sus vidas y un amor incondicional a papá. Pasan los días y cuesta creer que ya no estás. Dicen que es la ley de la vida, pero nadie nos enseña cómo seguir; me consuela saber que ahora vas a estar mejor junto a tus padres y hermanas. Quiero quedarme con lo maravilloso que compartimos y agradecer que te pude disfrutar tanto, son recuerdos que reconfortan mi alma. Papá va a estar bien, el amor los va a mantener unidos. ¡Gracias por tanto má! ¡Esto no es un adiós, sino un hasta luego Beba!”.&nbsp;&nbsp;