Necrológicas

JOSÉ OSCAR RODRÍGUEZ
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Nació en María Ignacia Vela, el 21 de diciembre de 1930. Falleció a los 94 años, el 9 de mayo de 2025.
“Fue un hombre cuya vida fue testimonio de amor, trabajo y dedicación. Fue el menor de los cuatro hijos de Manuel Rodríguez y Micaela Gómez. Con sólo 5 años perdió a su madre y, cuando tenía 9, la familia de Don Pascual Escribá lo recibió brindándole un hogar.
Desde muy corta edad, José Oscar supo lo que era trabajar a diario. Fue canillita de la estafeta postal del pueblo y más tarde trabajó como repartidor en un almacén. También fue cantinero en el Club Social de Vela, donde se convirtió en miembro fundador del equipo de fútbol Juventud Unida (después Club Social de Vela).
En 1957, José Oscar se casó con Aelia Elba Etchemendi, con quien compartió 68 años de matrimonio y tuvo tres hijos: Nancy, Jorge y Carina. Su familia se agrandó con la llegada de sus nietos Carolina, Lucas, Ignacio y Manuel.
José Oscar fue un hombre apasionado por los deportes. Compitió en ciclismo en su juventud, pasión que lo llevó luego a recorrer el pueblo en su bici, y jugó al fútbol. También fue un fanático de River Plate y acompañó a los corredores de automovilismo del pueblo siempre que pudo. Jugó pelota paleta y participó en distintos torneos, deporte que heredó su nieto.
A lo largo de su vida, José Oscar se involucró en diversas actividades y oficios. Tuvo un bar, cosechó papa, fue mozo en los bailes del pueblo, trabajó en la exCooperativa Agropecuaria e
Industrial de Vela y, ya jubilado, fue jardinero, dedicándose a esta actividad hasta sus últimos días. También formó parte de distintas comisiones escolares, institucionales, siempre dispuesto a trabajar en pos del mejoramiento de la comunidad. Cumplió su deseo de permanecer en Vela: su lugar en el mundo.
Su gran fe lo acompañó hasta en los momentos difíciles que le tocó vivir. Ejemplo de resiliencia, pasión y dedicación. Fue amado y cuidado por sus hijos, nietos, sobrinos, vecinos y amigos, su legado vivirá en la memoria y el corazón de todos aquéllos que lo conocieron, quienes lo recuerdan con cariño y admiración.
Honraremos tu vida papá”.
Jorge y Carina.
JUAN ALEXANDER FERNÁNDEZ LHOMY

Nació el 25 de marzo de 2000. Murió a los 25 años, el 19 de abril de 2025.
“Fuiste buen hijo hermano padre, marido y amigo. Te recordaremos siempre por la gran persona que eras, hasta la próxima vida, te amamos ‘Chapito’.
Tu mamá Edith Orajovac; tus hermanos María, Ayelén, Martina, Isabella, Belén y Jorge; tu señora Gimena Acosta; tus hijos Benjamín y Salvador; tus sobrinos Gabino, Elián, Ezequiel, Nehuen y Ziomara; tu amigo Alan Escudero, tus cuñados y cuñadas Agustín, Nico, Leo, Guille, Janet y Meli; tu suegra Claudia; tu ahijado Bautista, tus tías, tíos y conocidos”.

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“Te extrañare tanto que me costará olvidarme de ti, con lágrimas en mis ojos. Muy dentro mío tenía esperanzas de que regresaras, pero pasan los días y más me lastimo por esperar aquello que ya no volverá a ser como antes. Creo que es mejor poner en pausa mis sentimientos por ti, nunca olvides que te amé demasiado. Tanto que me olvidé de mí, fuiste y serás lo más lindo que la vida me ha dado. Construimos un mundo y no supimos mantenerlo de pie, nos costó años y lo destruimos en segundos, a lo mejor la vida no fue injusta pero es lo que nos tocó vivir. La vida nos llevó muy lejos pero el costo fue que duró muy poco. Duele porque no es fácil decirle adiós a la persona con la que querías todo, con la que deseaba compartir el resto de mi vida, pero hay cosas que simplemente pasan. Por favor, nunca te vayas a olvidar de mí. Yo no lo haré, te guardaré como un recuerdo bonito, de aquello que tuve un ratito en mi vida, quiero agradecerte por todos los momentos bonitos que pasé a tu lado, amo revivirlos antes de dormir, al despertar y más cuando te extraño. Amé cada mirada, cada risa, tu felicidad, tus locuras por las motos, tus logros, amé verte dormir, ame un ‘te amo’ tuyo, pensé que duraría un poco más, quizás toda la vida como prometíamos aquella vez. Prometo ser la mejor madre para tus bebés, vas a estar orgulloso de mí, aunque ya no estemos juntos me despido de ti, que descanses en paz tu familia de cuatro te va amar por el resto de nuestras vidas. Hasta la vuelta mi cielito hermoso, te amo”. Tu mujer.
JULIA ELENA VIANA DE HAURÓN

Nació el 23 de septiembre de 1932. Murió a los 92 años el 14 de mayo de 2025.
“Esta semana nos tocó despedirla a ella. Era simplemente Julia Elena, como le gustaba que la llamaran. Pero en verdad -sin saberlo- era el bastión de una familia entera.
Los que la conocieron saben que, sin ella, nada va a ser igual.
Nos dejó muchas cosas para replicar.
La más importante de todas: la familia, sobre todas las cosas.
Eligió dedicar su vida a cuidar, proteger, acompañar y malcriar, sin entender de límites en estas cuestiones.
Dentro de sus mandamientos, los más importantes:
-Donde come uno, comen cincuenta. Un plato de comida no se le niega a nadie. Su mesa siempre fue -y será- un lugar de encuentro: de amigos que son familia, de familia que son amigos. Porque los amigos y la familia, nos enseñó, son la misma cosa. Y la comida, un recurso para dar amor. Amor del bueno, del que no se encuentra en todos lados.
-‘Los hermanos sean unidos’, porque esa es la ley primera, segunda, tercera… ¡siempre!
-El Negro (su marido) era la mejor persona del mundo. Te lo puede contar cada persona que lo haya conocido. Fue, es y será el gran amor de su vida. ‘Yo soy Julia Elena Viana de Haurón’, decía, siempre orgullosa.
-Un buen tuco con una cervecita es la fórmula de la felicidad. Nada que aclarar… salvo que sus tucos eran los mejores del planeta, y no sabemos si alguien va a poder replicarlos alguna vez.
-No hay que quejarse. Siempre hay gente pasándola peor que uno. Nunca en la vida la escuchamos quejarse de nada. Más bien, adoraba las cosas pequeñas: una flor linda que había florecido en su jardín, o un jarrón hermoso en el living de la Chiqui Legrand.
-Trataba a los animales como si fueran de la familia. Todavía no sabemos cómo explicarle a su gatita que ya no va a estar más para hacerle compañía.
Y así podríamos seguir con miles de cosas.
Pero, en resumen, nos quedamos con su grandeza: como mujer, como hermana, como madre, como esposa, como abuela, como amiga, como madrina, como anfitriona de todos los que venían a su casa.
Porque, en definitiva, lo que hacía era acunar a todas y todos como si fueran parte de su familia.
Vamos a extrañar tus ganas hermosas de vivir la vida, tus frases ingeniosas, ácidas e irónicas -que eran lo mejor del mundo-, tus comidas, tus consejos.
Nos vas a hacer un poco de falta a todos, en distinta medida.
Pero te prometemos que, cada vez que podamos, vamos a cocinar algo bien rico, vamos a armar una mesa linda y vamos a rodearnos de gente que queremos.
Y en ese mismo instante, vamos a recordarte como lo que eras: la reina de la casa.
Te amamos.
Y, por favor, esperanos con un matecito y unos bizcochos.
Porque, como decías vos, ‘no hay nada peor que llegar a un lugar y que no haya nada para picar’”.