Algo huele mal
La semana empezó mal en el pago chico.
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El conflicto que mantiene el Ejecutivo con el área de recolección en el turno mañana introdujo a los vecinos en una vorágine que, entre la indignación por la basura acumulada en los barrios y los trastornos que ocasionó el operativo ´contenedores’, encontró algo de consuelo en la catarsis georeferenciada que cada uno aplicó como descarga.
Miles de mensajes que se replicaron en los medios daban cuenta del descontento generalizado que copó las calles a lo largo y a lo ancho de la ciudad y ensayaban posibles soluciones para regularizar el servicio.
Dos de los grandes problemas no resueltos que tenemos hace décadas los tandilenses, comulgaron en una misma fotografía e ilustraron montañas de desperdicios diseminadas por perros callejeros que se rindieron ante los desechos.
Esquinas pobladas de bolsas y bolsones mostraron la realidad que se contrapone al discurso. Un distrito que busca a través de sus políticas públicas generar conciencia ambiental a fin de migrar a la separación de los residuos en origen y la tenencia responsable de mascotas, suenan hoy a puro voluntarismo.
¿Alguien recuerda que hace poco más de dos años Usicom estudiaba la posibilidad de incorporar tecnología para generar electricidad a través de la basura? Otra gran muestra de antojo que hoy parece quedar atada al capricho de quienes por convenio o conveniencia ni siquiera logran juntar los restos que producimos.
Realmente, estamos a años luz de todo esto.
Justamente, la palabra luz también tomó relevancia en la crónica periodística.
Y es que a esta ecuación de ciudadanos que pagan sus tasas por un servicio de recolección deficiente se le sumó la variable de aquellos que lejos de cumplir con sus obligaciones impositivas, buscaron esquivar con maniobras non sanctas el pago de energía eléctrica.
Haciendo un poco de historia, corría el mes de junio cuando la Usina Popular y Municipal notificaba mediante un comunicados oficial acerca de un operativo por el cual las cuadrillas antifraude detectaron conexiones clandestinas y aplicaron fuertes multas.
Nada decía respecto a quiénes, cómo y desde cuándo estos infractores estaban trampeando los medidores cuyo consumo no se condecía con el aumento tarifario sino que además, documentaba el ralentizado andar que justificó la sanción.
No fue inocente el hecho de que la empresa de economía mixta omitiera los datos de los usuarios, máxime cuando por estos días se dió a conocer que dos de los imputados mantienen estrecha relación con el Ejecutivo local. Uno mediante una concesión. Otro, por formar parte de la plantilla de proveedores.
Ahora bien. Si ustedes o yo, simples mortales, cometieramos dicho fraude y fuéramos descubiertos en el intento, veríamos nuestros nombres desfilar por las páginas policiales porque claramente robar energía es un delito. Y un delito, como todos sabemos es una acción grave que se castiga con la fuerza de la normativa.
Pero la ley, contrariamente a lo que establece la Constitución, no siempre es pareja para todos. Y en el terreno de las desigualdades algunos al parecer cuentan con el privilegio de respaldar su habeas data en pos de mantener su buen nombre y honor.
Cuando uno analiza las explicaciones ambiguas que intentaron echar luz sobre lo acontecido, se da cuenta que tanto las autoridades que tomaron la palabra como sus adláteres, no pudieron dar en la tecla.
Y los tandilenses que nos jactamos de estar escribiendo en nuestro ADN algo tan importante como un acuerdo ejemplificador de cara al bicentenario, no nos podemos dar el lujo de escuchar argumentos sombríos que proyectan un aura tan pequeña como el que ofrecían las lámparas de aceite allá por 1823.
Pero tampoco podemos dejar que estos hechos se sucedan porque caeremos en la lógica de que una maniobra peligrosa pueda repetirse y pasar inadvertida. Después de todo hay sobradas muestras de que “tanto va el cántaro a la fuente, que al final se rompe”.
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