Éramos pocos
“Si quieres solucionar un problema, nombra un responsable; si quieres que el problema perdure, nombra una comisión”.
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Realmente aquel que diga que en nuestra ciudad no hay espacios para evacuar algún tipo de demanda, hoy está faltando a la verdad o al menos carece del conocimiento sobre la existencia de cientos de ámbitos de participación.
Si bien cada nuevo recinto viene a refundar nuestro espíritu democrático a la hora de sentarnos a debatir, intercambiar ideas, delinear acciones o diagnosticar un momento de coyuntura, muchas veces terminan abarrotando el proceso de decisiones que favorecen al conjunto.
Sin ir más lejos, está semana debutó el Consejo Económico y Social. Un hábitat creado para sumar actores que puedan implementar soluciones colectivas a través de la puesta en evidencia de las inquietudes o problemáticas sectoriales donde cada integrante se desempeña.
Hasta este punto, el espíritu de la convocatoria refleja la buena intención de quienes trabajaron en pos del armado de esta especie de comisión que buscará medir los grados del gran termómetro socioeconómico para conocer cuán sobrecalentados dejó los ánimos la tormenta que se abatió por el mes de abril.
Durante 180 días exponentes de la política, organizaciones no gubernamentales, referentes del agro, la industria, la producción, el comercio, organismos públicos y privados, colectivos de género, de niñez, funcionarios, asociaciones, filiales, sindicatos y miradas de las más variadas, se congregarán bajo la premisa de atender la emergencia con una dinámica más resolutiva.
Ahora bien. La diagnosis que pueda surgir de estas voluntades que se agrupan para testear el nivel de profundidad de la crisis que socavó a gran parte de la sociedad en sus diferentes estamentos, quedará sujeta a las acciones concretas que pueda dirimir los mismos circuitos institucionales que hoy existen para dar respuesta a los ciudadanos.
Esto puede ser lo más parecido a un trabalenguas pero me animaría a decir, que el flamante Consejo Económico y Social nació para ser un espacio en el que participa el Estado y donde cada individuo como parte de ese Estado, pone de manifiesto las adversidades que sustenta a raíz de las malas políticas que implementó dicho Estado y cuya capacidad de resolución, depende del mismísimo Estado.
Es decir. ¿Para qué creamos más herramientas, circunstanciales en este caso, y dispersamos la energía del reclamo cuando la solución unívoca la brindará el demandado?. ¿No es acaso pedirle al victimario que se haga cargo de la víctima?.
Incluso el tiempo en que se desarrollará esta composición, no es antojadizo. En apenas 6 meses habrá que lograr que todas las peticiones puedan encajar en un eje de concreción porque transcurrido ese lapso, se lanza la campaña política y con ella, las problemáticas irán a dormir el sueño de los justos.
Si hasta resulta llamativo ver que el año inició con la mirada puesta en el Tandil del futuro tras la rúbrica de múltiples almas que confluyeron en el Acuerdo del Bicentenario y en medio del embelesamiento que proyectó esa imagen, cayó la foto del momento con la cara más dura de la urgencia.
Las alternativas para el diálogo son siempre bienvenidas e indiscutidas, pero este nuevo escenario parece ser más de lo mismo. Escuchar es fructífero pero tal vez no alcance para mitigar los coletazos inexorables que hoy no permiten encontrar el terreno firme para dar un paso hacia atrás y renovar el impulso.
Probablemente este resurgir de foros y voces disonantes nos están mostrando otra cosa. Un fenómeno, que advierte que las decisiones importantes, laten con más fuerza en los corazones de los que demandan, que en las cavidades de quienes hoy encarnan la representación política y son demandados.