Marche una tortilla
“Nos, los intendentes del centro sudeste de la provincia de Buenos Aires, reunidos en videoconferencia por voluntad y elección de los distritos que lo componen, en cumplimiento de los DNU preexistentes, con el objetivo de habilitar la economía regional, afianzar la salud mental, consolidar la práctica deportiva, proveer ingresos en común, promover la producción comercial y para asegurar los beneficios hasta ahora del aislamiento, para nosotros, para nuestra salubridad y para todos los gastronómicos y hoteleros bonaerenses que quieran trabajar en la zona, invocando la protección de los protocolos, fuente de toda solicitud y necesidad; insistimos, rogamos y ratificamos este petitorio para la región separatista del sur del territorio”.
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Acaso podría ser este enunciado una suerte el preámbulo para la conformación de la nueva circunscripción compuesta por las comunas firmantes cuyos intendentes reclamaron ser contemplados en la autonomía de sus decisiones mientras la jerarquía provincial, desestimó los insistentes pedidos avalados por la pandemia.
Atentos a la favorable situación epidemiológica que los municipios de Tandil, Olavarría, Azul, Balcarce, Rauch, Ayacucho, Lobería y San Cayetano reflejan en sus territorios, los jefes de las comarcas aunaron sus intereses en pos de generar de manera colectiva una apertura controlada de distintos sectores de las economías lugareñas para evitar el colapso.
Cada uno de ellos son los que en sus despachos respiran barbijo mediante la desesperación de sus conciudadanos que empantanados por los alcances del aislamiento social, preventivo y obligatorio, ya no saben cómo sostener sus empresas o emprendimientos comerciales ni qué respuesta dar a las cientos de familias que de sus decisiones dependen.
Pero esta necesidad regional, lejos de ser atendida con las particularidades del caso fue interpretada como una insurrección al orden impuesto y los gobernantes que ocupan cargos en estamentos superiores desempolvaron la Carta Magna, la misma que en 1853 no fue rubricada por los diputados bonaerenses.
Este acontecimiento que marcó la salida de Buenos Aires de la Confederación Argentina pudo ser considerado un acto de rebeldía pero sin embargo, la negativa de los representantes se avaló en la transferencia de poder que se le reservaba por la cantidad de legisladores en el congreso y en no aceptar la nacionalización de la aduana.
Más allá de esta brevísima reseña histórica y ante el actual escenario de inédita magnitud, nuestro jefe comunal probó distintas recetas y finalmente convocó a sus pares para demostrar que la situación epidemiológica de un conjunto de distritos que componen el mapa provincial, podía ser pasible de una cuarentena más flexible.
Algunos interpretaron que esta decisión de Lunghi marcó un sesgo de debilidad por parte del mandatario local, pero la estrategia lejos de ser un acto de flojera lo catapultó de entre los vulnerables y lo condujo a la plana mediática donde todo se dirime más allá de las cuestiones en materia de políticas sanitarias.
Fue la propia ministra de Gobierno Teresa García, la que tildó la movida de ‘jugada política’ sin dar mayores argumentos sobre el significado de su calificación y quien afirmó que toda decisión por fuera de los parámetros pandémicos y las medidas de aislamiento emanadas de provincia, configuraban un acto de rebeldía cuyas consecuencias ameritaban sanción.
Pero la funcionaria tuvo que enfundar el látigo tras la decisión del gobernador Axel Kicillof que de forma algo intrincada, sectorizó la circulación del virus de manera geográfica e implementó un sistema de fases para encuadrar la realidad de los 135 municipios que componen el hiper territorio que debe administrar.
Un espacio que más allá de la coyuntura no solo supone tomar medidas sobre las más de cien comunas sino que además, cuenta con 12 regiones sanitarias, 19 departamentos judiciales, 25 regiones educativas, 8 superintendencias de seguridad regionales y con 32 jefaturas departamentales.
En efecto, los pedidos de autonomía así como el reordenamiento del territorio bonaerense no es idea de un grupo de intendentes insubordinados sino que los proyectos de escisión y redistribución de la coparticipación, han sido tentación de múltiples actores de la vida política que desde el centro platense se animaron a sugerir una nueva concepción.
Todos ellos han quedado en la nada y se evaporaron durante el proceso que dura un período electoral pero dejaron la huella y el planteo viable de una división territorial efectiva para la jurisdicción que concentra el 40 por ciento de la población total del país.
Tal vez esta pandemia ponga nuevamente en agenda la necesidad de refundar una provincia cuya ‘tupacamarizacióń’ pueda lograr soluciones menos burocráticas que atiendan las distintas demandas demográficas y productivas y se encamine a la generación de entidades cuya administración pueda brindar soluciones factibles a su ciudadanos.
En este particular momento que nos atraviesa, un pequeño atisbo desde el suelo tandilense hoy advierte que una decisión soberana de la provincia de Buenos Aires es posible si se la acompaña de profundas políticas de estado.
O al menos en el vasto menú de la política, el rebelde Lunghi demostró una vez más que para hacer una tortilla es necesario romper algunos huevos.