Mercados y Capitalismos
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¿Hablamos de las cosas? o ¿hablamos de lo que se habla de las cosas?
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailHablamos si nuestro extenso territorio necesita redes ferroviarias -para trasladar más de la mitad de nuestras exportaciones-, y si las rutas necesitan entre tanto que haya controles de peso para que no las destruyan los camiones, o hablamos ¿de si estamos fortaleciendo al modelo agroexportador oligárquico, o al sindicalismo oligárquico?
Luego de décadas posmodernas donde todo es discurso, y por tanto no hay realidad real, de la cual hablar, nos hemos quedado sin la posibilidad del diálogo responsable que permite los consensos, necesarios para resolver cualquier problema.
Pero este tiempo de tránsito, no es La era del vacío, porque la acción humana sin valores es una película de apocalipsis Z, es decir de muertos que actúan. Hasta donde sabemos, los hombres no dejamos de valorar mientras vivimos. Nuestros sueños y pesadillas expresan valoraciones, aun cuando dormimos[1]. Si hay vida humana hay valores.
No habiendo sucedido el apocalipsis Z, la deconstrucción Posmo no actúa en el vacío, sino sobre una Modernidad todavía presente, aunque en fusión/dilución.
Es recién en la segunda Modernidad, luego de la ilustración, y la antropología del racionalismo, que se observan las ideologías, forma de pensamiento justificador de la acción con una alta racionalidad y presunción de consistencia lógica.
Desde entonces, las ideologías son un enlatado moral, listo para el consumo, comida chatarra para nuestra inteligencia, porque a quien recurre a la ideología, sólo le interesa transformar, canónicamente, la realidad, no comprenderla. Desprecia la realidad real y se coloca desde una arrogante segunda realidad, que conoce la clave de la historia, descalificando.
La necesidad histórica
Las ideologías han sido pródigas en comienzos definitivos -que no fueron tales. El 22 de septiembre de 1792, cuando -durante la Revolución Francesa-, se proclamó junto a la República, el año 0; luego Comte proclamará la Era de la Adultez, y así seguimos.
Este progresismo refundacional de la humanidad desde nuestra civilización, se asoció a la sociedad industrial, con su organización científica del trabajo, y la naciente teoría de la ciencia de la administración, confundiendo el crecimiento de las economías con desarrollo, y el dominio de las fuerzas naturales con progreso humano.
En la tercera Modernidad (industrial victoriana), el desarraigo y hacinamiento de la alta urbanización, y la explotación depredatoria de la naturaleza, se veían todavía como colaterales en la necesidad del progreso.
Desde la segunda Modernidad no existía una totalidad con sus límites, por lo que va creciendo la visión lineal que la totalidad se construía-expandía cada día de forma ilimitada, reconocible en Comte, pero también en Marx, y por tanto no cuestionada, por los revolucionarios[2].
Así, el desarrollo tecnológico conduciría al colapso inevitable del sistema capitalista a escala mundial, o a una civilización única de la expansión final de la democracia y El capitalismo. En ambos universos ideológicos, una vez elegido entre ambos escenarios de necesidad histórica, la acción política era simple, solo consistiría en acelerarlo.
El advenimiento de la Actualidad
A pesar de estas ideologías aceleracionistas, ahora posmodernas, nuestra Actualidad ya no es lo que era.
Tal vez las geografías humanas de Guernica, Coventry, Dresde, Auschwitz, Hiroshima, Goulag, Tíbet, Vietnam, y los procesos de la violencia política en África y América Latina, las migraciones forzadas, las hambrunas y los genocidios más masivos que conozca la historia, nos ayuden a intuir el proceso de fusión[3], como en los términos de Marx y Engels -en El Manifiesto Comunista (1848)-, todo lo sólido se desvanece en el aire, y la tercera Modernidad pasa en su fase sólida, a la Modernidad líquida postmarxista de Bauman (2000). Si la Actualidad es el fin de una ilusión, es el fin de la ilusión Ilustrada.
Un intento ideológico de posguerra, que pretendió asumir el cambio -para ser superador-, fue la antropología de Marcuse, quien, partiendo del marxismo racionalista, lo enriqueció por la luz eléctrica (cientificista) en el sótano humano aportada por Freud.
La conjunción de ambos racionalismos no le ayudó a salir de la dialéctica revolucionaria, para tocar la diversidad de las realidades, sino que su revolución siguió en el espejo de El Capitalismo unívoco de posguerra europea, una sola, de las tres experiencias en la que desde siete a cinco siglos antes, tendía a estructurarse la visión de los mercados en nuestra civilización euroamericana.
Otra rebelión puritana
La rebelión de las izquierdas culturales de la década del sesenta, siempre relatada como anticapitalista, acompañaba alegremente, en las industrias culturales, la amplia expansión del capitalismo atlántico de masas, en el que la salvación -que ya tiene que estar en esta vida, pero que no me puede dar el trabajo, ni la revolución-, quiere decir “éxito”, y el éxito se comprueba en la exhibición de experiencias y bienes de consumo costosos, en la selfie que nos identifica con una causa.
Las exigencias de ese consumo de experiencias y objetos, fueron haciendo que necesitemos consumirnos a nosotros mismos (“just do it”, “imposible is nothing”, nos predica la publicidad deportiva), y seamos nosotros los amos de nuestra propia esclavitud, con una disponibilidad completa de nuestro tiempo, en espacios de superposición del trabajo con el ocio, a tiempo continuo/completo. Una la sociedad del rendimiento, autorreferencial, fuerte desde el yo curvado sobre sí.
Una idolatría del yo en un mercado cultural masivo, que para superarse a sí mismo, si no hay más positividad que Barbie, necesita negar lo negado, para re diferenciarse en el mercado de quienes han asumido los propios estandartes, y así sobresalir.
Particularmente ha campeado sobre la educación y la cultura latinoamericana desde los setenta, manteniendo su filosofía de la historia marxista, que desconoce el hecho que realidades humanas como la familia, el mercado, el palacio y el templo, tienen su origen previo a las civilizaciones y a los capitalismos.
El nacimiento de los mercados
La hipótesis hasta ahora más sostenida es que nuestra civilización se inició en las ciudades. Hay cada vez nuevos descubrimientos arqueológicos que señalan la existencia, en el tiempo de los cazadores recolectores (no urbanos), de lugares en los que se reunían periódicamente para cultos, que también pudieron albergar mercados temporarios[4].
Los mercados son instituciones complejas de nuestra civilización y tal vez de lo humano, donde los intercambios que por definición son voluntarios, Nunca son perfectos (totalmente transparentes), pero si hay una competencia leal[5] y efectiva[6], tienen mayor probabilidad de ser también justos, que en otras formas de asignación de los recursos materiales[7].
En los mercados de los cazadores recolectores y en los nuestros actuales, se celebran activa y permanentemente los contratos, sobre los cuales, desde tiempos posteriores -donde ya existía la escritura-, sabemos que se desarrollaron condiciones de buena voluntad, ausencia de fraude y engaño (transparencia y cierta simetría de la información)
Poco a poco fueron apareciendo también condiciones morales que cualifican los diversos mercados[8], así un poder de negociación equivalente, y la condición que ninguna de las partes esté sometida a necesidades imperiosas -lo cual generaría una ventaja automática para la otra parte-, como el desempleo extendido, la información privilegiada, o la intervención no equitativa del poder estatal.
Esto fue requiriendo un marco legal formal independiente del gobernante de turno, y a la diferenciación del Rey y el Sacerdote, la siguió la de un sistema de justicia, y así las instituciones antiguas y la recreación urbano medieval que llega hasta el bicameralismo del constitucionalismo moderno[9].
Diversidad a la carta
La reflexión de la teoría crítica en América Latina ha sostenido entre sus supuestos dos juicios previos a la evidencia de los hechos:
En primer lugar, la identificación de los mercados con El capitalismo, con lo cual su lucha contra El capitalismo -para acelerar su propia visión de futuro-, termina por la destrucción de los mercados, costosísimo experimento imposible -por su proximidad al núcleo de lo humano-, como lo han demostrado las diferentes experiencias del socialismo real en Asia, Europa y América Latina. En segundo lugar, la identificación unívoca de los capitalismos, con el capitalismo atlántico de masas actual, que no es el único hoy existente[10].
Los mercados ordenados con las notas a las que les atribuimos el nombre capitalismo, se desarrollaron por primera vez en las ciudades libres italiana en el siglo XIII -a fines de la Edad Media y comienzos de la primer Modernidad-, fuertemente vinculadas con Bizancio (como el caso de Venezia y el sur de la península italiana), con una visión teológica común a lo católico[11] y lo ortodoxo.
Surge allí, lo que hoy podríamos llamar capitalismo del Mediterráneo (Italia, España, Portugal), caracterizado por escasa infraestructura, regulaciones incompletas de la actividad empresarial y de seguridad social, difusión de la economía informal y bajos costos laborales. Favorece la improvisación, el gasto público se encuentra por encima del promedio en participación del PBI, y la eficiencia estatal por debajo del promedio.
Lo que podríamos llamar el segundo capitalismo se desarrolló en los ámbitos sociales calvinistas, algunos no monárquicos. Es el que hoy llamamos capitalismo atlántico de masas, e impera en el imaginario como capitalismo auténtico (Estados Unidos, Canadá, Reino Unido) y está caracterizado por la desregulación, la privatización, la flexibilidad laboral y una fuerte aceptación del riesgo empresario. Fomenta la empresarialidad, cuida el gasto público por debajo del promedio en participación del PBI, y la alta eficiencia estatal.
A diferencia de la teología católica y luterana, que continuaron fuerte y crecientemente vinculadas a la interpretación bíblica de venerados autores de los cinco primeros siglos, el genuino intento de la literalidad puritana (evangélica), transito el camino ya seguido por la teología de la retribución -que existía, aunque no era la única, en el pueblo de Israel-, de modo que la justicia ante Dios era retribuida por Él con muchos hijos, muchos ganado y larga vida, volviéndose en un modo popular simplificado a que esas cosas exteriorizaban la justicia=santidad del sujeto ante Dios.
Lo que podríamos llamar el tercer capitalismo se desarrolló en los ámbitos luteranos. Es el que hoy llamamos capitalismo del Norte de Europa (Alemania, Austria, Suiza, Dinamarca, Finlandia, Suecia, Suiza, Noruega), está caracterizado por un fuerte énfasis en la estabilidad, el consenso social y las regulaciones, favorece la perspectiva de largo plazo, tiene también el gasto público por encima del promedio en participación del PBI, pero con alta eficiencia estatal.
Las diversas experiencias de economías de mercado, que han adherido a una de estas tradiciones, o modificado tal o cual, de ellas, han servido para sacar de la pobreza a 800 millones de personas en las últimas décadas, en China, en India y en toda América Latina, salvo Venezuela y Argentina.
La democracia contiene en su seno, la posibilidad del aprendizaje económico de las mayorías, aunque este no dura para siempre, si no es renovado en una educación política, económica y de finanzas personales no ideológica.
El autor es Profesor titular ordinario de filosofía política UCA-FCS, Buenos Aires
[1] Ser persona es valorar: valores desencontrados. Publicado en la Revista CRITERIO, Nro. 2476 de mayo de 2021, pp. 22 a 25.
[2] Los trabajadores tienen más necesidad de poesía que de pan. Necesidad de que su vida sea poesía. Necesidad de una luz de eternidad. Únicamente la religión puede ser la fuente de esta poesía. No es la religión, sino la revolución el opio del pueblo. La privación de esta poesía explica todas las formas de desmoralización. La esclavitud es el trabajo sin luz de eternidad, sin poesía, sin religión. S. Weil, La Gravedad y la Gracias (La pesanteur et la chace), Mística y trabajo, Sudamericana, Buenos Aires, 1953.
[3] En la física es la temperatura, en que las fases sólida y líquida pueden coexistir en equilibrio.
[4] No quiero distraernos con las novedades arqueológicas que cambian los paradigmas del imaginario colectivo de la Ilustración, sobre los “hombres primitivos”, ya que antes de las ciudades se reunían en estos lugares de culto (templos) en cuyo entorno no aparecen, ni áreas urbanas, ni de cultivo. Por otra parte, no solo en lugares de asentamiento Sapiens, sino también Neandertal, se observan restos ornamentales, o usados para herramientas, que solo pudieron haber llegado allí a través del comercio (mercado) y de restos óseos que denotan la existencia, en las precarias condiciones de vida de entonces, de miembros con enfermedades graves, que requirieron de cuidados especiales muy prolongados hasta su muerte (familia).
[5] La codificación de Hammurabi (circa 1753 a.C.) no es el primer registro normativo sobre la lealtad de las conductas.
[6] Los liberales que elogian a la Escuela de Salamanca (también llamada “Segunda Escolástica”), porque les interesa su defensa de la economía de mercado, deberían también leer los requisitos legales y éticos fuertes que desarrollaron para garantizar “precios justos”, un concepto que no comparten muchos liberales, y los lleva a desconocerlo, o a asimilarlo precio efectivo de mercado sin más. Marcelo Résico propone, para una postura balanceada al respecto, el artículo de Raymod de Roover, “The Concept of the Just Price: Theory and Economic Policy,” The Journal of Economic History, Vol. 18, No. 4. (Dec., 1958), pp. 418-434.
[7] Seguimos aquí el artículo de Marcelo Résico, El Liberalismo según Milei, y_el Otro …, revista CRITERIO, marzo de 2024.
[8] Contenidos desde las enseñanzas morales en Egipto, basadas en el principio de Maat (orden, verdad y justicia), trasmitidas a través de textos didácticos como la Instrucción de Ptahhotep (c. 2450 a.C.), el Código de Ur-Nammu, entre los años 2100 y 2050 a. C. -todos previos a la codificación de Hammurabi-, el inicio del ministerio de Amos y luego de Isaías alrededor del 740-742 a.C.
[9] Leo Moulin en su Libro “Le monde vivant des religieux: Dominicains, Jésuites, Bénédictins” (1964), estudia a la Orden Dominicana en su capítulo VI y lo titula así: “Una catedral del derecho Constitucional: la organización dominicana”.
[10] En este sentido ha sido decisiva la influencia de la investigación de Max Weber “Max Weber se dirige contra esta interpretación unilateral de la dependencia de la superestructura del pensamiento respecto a la base económica. En su investigación sociológico-religiosa "La Ética protestante y el Espíritu del Capitalismo", intentó demostrar que las orientaciones y disposiciones religiosas no se debían contemplar únicamente como reflejo ideológico de las relaciones económicas de producción, sino que, por el contrario, allanaban incluso el camino a un nuevo modo de producción.” (Estevez R, Lo político las ideas y las ciencias políticas, UNSTA - CENUBA, 1986, https://www.academia.edu/43378519/LO_POLITICO_LAS_IDEAS_Y_LAS_CIENCIAS_POL%C3%8DTICAS?sm=a&rhid=36188478840) De algún modo el libro de Weber pudo haberse llamado La Etica Puritana y el espíritu del Capitalismo, y así Michael Novak ha publicado La Ética Católica y el Espíritu del Capitalismo.
[11] San Bernardino de Siena ofm y San Antonino de Florencia op desarrollaron un estudio económico-moral sobre los contratos, los mercados y la complejidad de la moneda. Sobre este tema ver De Roover, R., San Bernardino de Siena y San Antonino de Florencia - Los dos grandes pensadores económicos de la Edad Media, Procesos de Mercado: Revista Europea de Economía Política, Vol. VI, n.º 1, primavera 2009, pp. 239 a 302.
Profesor titular ordinario de Filosofía Política, FCS-UCA.