Pronóstico de tormenta
Es consabido que el séptimo arte diseña historias maravillosas que nos zambullen en la pantalla grande y nos invitan a querer vivir en carne propia los roles de los personajes que admiramos. Personalmente, siempre quise ser la chica con la que James Bond se pierde en una carretera que bordea el Mediterráneo.
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Días atrás encontré en un canal de cable un éxito de taquilla que logró este estatus hace casi dos décadas: Una Tormenta Perfecta. Una obra exquisita del cine de aventura que encierra un costado dramático ya que a diferencia de otras tantas que aborda el género, esta no tiene un final feliz.
Ambientada en los años noventa y protagonizada por los popes de Hollywood (George Clooney, entre otros) la película narra la desafortunada odisea de un grupo de avezados pescadores que se adentran en una peligrosa zona del océano en la búsqueda del pez espada.
Luego de una increíble jornada de pesca en la que logran capturar cientos de ejemplares, la naturaleza con toda su bravura los enfrenta a la tormenta más colosal y devastadora que pudo recrear la cinematografía.
Clooney, encargado de capitanear el Andrea Gail, pelea literalmente contra viento y marea por mantener en pie su barcaza pero en la contienda, termina por perder la vida junto al resto de la tripulación. Un gancho al hígado al espectador.
Ni pescado, ni pescadores llegaron al bar del pueblo donde se reunían familiares y amigos que aguardaban esperanzados el final de la travesía. Solo atracó la tristeza. Fue un instante épico, durísimo. Máxime si se piensa que el libro está basado en una historia real.
Tan real como la tempestad que estamos atravesando en Argentina.
En realidad, las palabras tormenta y turbulencia, son por estas horas las elegidas por jefes y adláteres, para evitar usar el vocablo crisis. Las utilizan a diario para definir de manera romántica, el duro momento político y social que nos mantiene navegando en corrientes tan peligrosas y zigzagueantes como las que surcaron los personajes del filme.
Para establecer un paralelismo diría que nuestros gobernantes parecen no tener un guión a seguir y lejos de desalentarse por ello, se exhiben como consagrados actores cuya capacidad de improvisación es tan vasta como la de sus marchas y contramarchas en un escenario donde no abundan los efectos especiales.
La primera promesa incumplida fue la de los brotes verdes. No hay que ser muy iluminado para inferir que en un país donde los funcionarios de turno se jactan de tener sus inversiones resguardadas en el exterior, algún capital foráneo va a confiar en plantar una semilla en este yermo.
Lo que sí lograron captar fue a los amantes de la especulación. Papeles, letras, acciones, bonos y suculentas tasas de interés, transformaron al mercado financiero en el terreno más fértil para quienes, como buitres, se sirvieron de la carroña y luego migraron a devorar otros restos.
Llegó entonces la corrida cambiaria y al igual que al barco de Clooney, nos tapó el agua.
Allá lejos y hace tiempo, pobreza cero e inflación de un dígito, sonaron fuerte en el discurso de campaña. Una tarea nada fácil, partiendo de la herencia recibida que significaba tratar con un dedo, de levar las anclas. Pero una vez a bordo, no supieron cómo distribuir el peso entre proa y popa y otra vez para mantenerse a flote tuvieron que buscar un salvavidas en el Fondo.
Sopló un viento fuerte y naufragó el fútbol para todos que en definitiva, terminó siendo para pocos. La ráfaga cobró intensidad y se llevó puesta la promesa en la quita del impuesto a las ganancias que nado en la distorsión de todos los estilos y se ahogó a metros de tocar tierra.
A estas alturas algunos discursos me inclinan a creer que la tempestad pudo empapar las cartas de navegación o que si la marcha es a brújula, se borró el norte. Si hasta se proyectó implementar la boleta única electrónica en pos de la transparencia y a cambio, surgieron miles de aportantes que transparentaron no aportar .
En la marea del sinceramiento, quedan aún flotando reformas en el ámbito laboral, penal, judicial y educativo. Obras de infraestructura que sufrieron ajustes, salarios desactualizados, modificaciones presupuestarias en ámbitos de investigación, salud, cultura. Recortes a dedo y tarifas impagables que vagan en una tromba que nos arrastra a todos.
No sé si estaremos en el mismo rumbo que el Andrea Gail o si un timonazo oportuno torcerá el destino para no correr la suerte de aquellos pescadores que sucumbieron ante la más perfecta de las tormentas.
Esa historia, no tuvo el final que los espectadores auguramos cuando la tripulación subió al barco.
Ojalá esta, esté a tiempo de cambiar el curso.
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