¿Y ahora?
Bombos, platillos, lágrimas. Después de 20 años la Argentina, socio estratégico del Mercosur, logró sellar los lazos para meter las narices en el viejo continente en lo que a económica de intercambio se refiere.
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Tratado histórico, calificaron propios y ajenos. Y en cierta medida si bien el acuerdo con la Unión Europea tiene mucho de cronología y de frustrados intentos por sumergir la producción nacional en el mercado mundial de bienes y servicios, también presenta un desafío descomunal para quienes deben propiciar las reformas que necesita el Estado.
No hay que ensalzarse con cifras engañosas que nos conducen a creer que algunos guarismos, significan un haz de luz al final del camino. Que la balanza comercial hoy refleje un superávit en su platillo, se explica más por la caída de las importaciones en un contexto donde la recesión tomó una bocanada de oxígeno abanicada por los dólares de la cosecha.
Claro está, que cualquier país que busque desarrollar su economía en pos de un crecimiento sostenido deberá fomentar las herramientas de competitividad para insertarse con la matriz productiva que abrace, dentro de en un espacio que lo saque de la periferia.
Pero a partir de ahora, viene lo más difícil. Las voluntades políticas deberán articular los medios para abrir el debate que quedó congelado en el preludio de la campaña electoral. Las reformas impositiva, fiscal y laboral tendrán que inmiscuirse en la agenda del Congreso mientras se mira con lupa la letra chica del acuerdo.
Cambiemos hasta ahora mantuvo en suspenso las discusiones estructurales y las medidas de fondo para alistarse entre los competidores que pisan fuerte en su ambición de poder aunque también, su ímpetu reformista quedó relegado por la crisis que cobró protagonismo.
La receta parece imposible de aplicar en un país que arrastra décadas de inconsistencias. Equilibrio fiscal, política monetaria predecible y control de la inflación son metas que se hacen lejanas y que se evaporan en el gran hervidero de la cosa pública.
La solicitada reducción de la presión tributaria, no hace más que pivotar entre la generación de empleo genuino o la baja en los costos operativos y el financiamiento de la seguridad social que actualmente, insume más de 11 puntos del PBI nacional.
¿Cómo hacer para reducir la materia prima con la que se nutre el Estado y solventar el presupuesto en jubilaciones, pensiones, planes sociales y demás beneficios?.
Si hasta hoy, los principales sectores que aceitan los motores del aparato productivo pedían tímidamente que se establezcan las bases para generar un contexto de mayor competitividad, tras la firma del acuerdo con la Unión Europea gritarán a viva voz que estos cambios se efectivicen.
Para bien o para mal, lo que más molesta a los opositores es que finalmente este compromiso internacional se rubricó bajo el mandato de Mauricio Macri quien, anemómetro en mano, aprovechará para su campaña utilizar el viento de cola que llega desde el otro hemisferio.
Ráfaga que a priori o tal vez pensando en la necesidad de encontrar consensos en los debates que se vienen, desparramó la hojarasca del peronismo y depositó a uno de sus exponentes en las filas de quienes con firme pulso político, desean avanzar hacia un nuevo período de Gobierno.