Los almacenes de campo, otro refugio de tradición familiar e historia de los pueblos
En la continuidad de los podcast de El Eco Campo, y siguiendo el ciclo destinado a las tareas que van pasando de generación en generación, los almacenes de campo tienen su lugar.

En un pequeño rincón de De la Canal, el tiempo parece haberse detenido. El Almacén Lasarte, con sus años de historia, es testigo silencioso de las transformaciones que ha experimentado la localidad a lo largo de los años.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailEn su interior, rodeado de estantes repletos de productos, se encuentra Oscar Lasarte, el actual titular del emblemático establecimiento, quien se ha convertido en un custodio de la tradición y en un símbolo de arraigo comunitario.

“El almacén, con tantos años de trabajo, ha estado ligado siempre a toda a toda la comunidad y también al club Defensores”, indicó inicialmente y recordó que “si hablamos de los inicios es impresionante la diferencia que hay, aunque nosotros seguimos trabajando relativamente bien” señaló Oscar Lasarte.
Sobre los orígenes del almacén historió que “mi padre estaba trabajando empleado en un almacén que había en Los Ángeles y no sé por qué pero dejó de trabajar y se vino De la Canal de nuevo, con la idea de poner un almacén. Entonces lo fue a ver a mi tío Modesto, que era empleado ferroviario, a quien le propuso poner un almacén. ´Si querés te acompaño, pero yo plata no tengo nada´, le respondió. Lo vio también a Matías, el otro hermano. Mucha gente le decía que había otro y que estaba Macaya del otro lado…”.
Planteó que fue en 1942 y estaba del otro lado de la vía, donde había una construcción de chapa y madera, un salón y casas de familia.
“La gente que había antes era impresionante, donde había un montecito había una familia. No fue quedando nada. Mi padre vino a Tandil y habló con Nearco Cardona, el padre, y le planteó que necesitaría mercadería y un poco de crédito. `Preciso de la A a la Z´, le dijo. No tuvo problema y le vistió todo el almacén prácticamente”, memoró.
Era una época de mucho movimiento en el pueblo, en la que las carreras sortijas eran habituales.
Ramos generales
Tras recordar que en esa época se vendía de todo al ser un almacén de ramos generales, Oscar Lasarte indicó que “en la actualidad seguimos vendiendo botas, algo de cosas de caballos… pero nada que ver con antes. Nosotros llegamos a vender bicicletas, motos, heladeras, cocinas, lavarropas, televisores… Habíamos hecho un pacto con Brutti Hermanos de Tandil y los electrodomésticos que vendíamos eran de ahí; además de lo que venía de Buenos Aires”.
Además, “comprábamos lana, cuero, huevos, pavos, lechones… Las gallinas las mandábamos en el tren a plaza Constitución. El tren de pasajeros tenía un vagón que era de carga. Allá había una persona que la recibía… El panadero de acá mandaba el pan a Egaña; de Magnasco mandaban la ricota y eso a Buenos Aires”.
Lasarte comentó que en esa época De la Canal tenía mucho movimiento, al punto que “el club llegó a tener 700 socios” y recordó que en los inicios a su generación anterior la ayudó “también el intendente de Tandil, Juan Adolfo Figueroa”.
Dentro de la recorrida histórica señaló que “en el año 1946 don Justo Méndez lo mandó a llamar a mi padre y le dijo que quería venderle su almacén. Le respondió que hace dos años que estaban trabajando. ´Con qué le vamos a comprar? Imposible´ respondió mi padre”.
Sin embargo, Méndez insistió y le dijo que se instale y lo pague cómo y cuándo pueda. Allí estuvo el almacén hasta 1965, con otra estructura mayor e incluso con carnicería. Ese año se cambiaron a la ubicación actual.
El desarraigo
Al ser consultado acerca de la época en la que comenzó a despoblarse el campo, Oscar Lasarte señaló que “la juventud se empezó a ir a trabajar a las metalúrgicas. Cuando en Tandil empezó su auge, se ganaba muy bien y se pagaba por quincena. Nada que ver con el campo, donde se trabajaba de sol a sol y no se ganaba ni la cuarta parte de lo que te pagaban”.
Por lo tanto, “los viejos se quedaron, pero la gente joven se fue yendo”.
Sobre el presente del almacén, Oscar dijo que “de los iniciadores no quedó ninguno. Estoy yo como hijo de Ramón Lasarte, y Eduardo como hijo de Modesto; y mi señora trabajando en el almacén. Mis otros dos hermanos y le hermana de Eduardo también pertenecen a la firma”.
“Mantenemos siempre en familia y hasta ahora todavía no nos hemos peleado. Viene gente de todos lados: de Iraola, de Egaña, de La Pastora… Con el tema con la pandemia, mucha gente de la ciudad se vino de vuelta al campo y otros que no podían pasar por los caminos cerrados se venían a comprar acá”.
La continuidad
Oscar Lasarte es también mecánico y tiene el taller del pueblo, aunque ahora le dedica pocas horas debido a los horarios del almacén.
Sobre la continuidad, Lasarte dijo que “me parece que se va terminando”.
“Mi hijo trabaja en la cooperativa Vial, las hijas de Eduardo son maestras y no creo que vuelvan acá”, marcó.
“Mi padre trabajó desde los 12 años y hasta los 86 con almacén, así que conocemos al negocio y hemos visto muchas cosas. A mi viejo venía muchas veces a pedirle plata prestada…”.
Recordó que en una época “había empleados, uno que recibía huevos y pollo y otros dos que hacía el reparto de carne a caballo. Uno llegaba hasta Playa Nueva del ferrocarril y otro hasta casi la Base Aérea. Les llevaba todo el día repartir la carne. Se mataba una vaca todos los días y día por medio hasta dos vacas, porque había gente que no mataba una vaca para comer, sino que compraban la carne”.
En otro momento señaló que “por acá pasaba el colectivo que venía de Rauch y mucha gente dejaba los carruajes en el almacén, estaban los caballos, y se iban uno o dos días a Tandil”.
“Había de todo en el pueblo, una cancha de paleta, una pensión o fonda para dormir, para comer, tres almacenes, dos peluquerías, panadería… Hoy solo queda el almacén, la sala de primeros auxilios, la capilla y tenemos jardín, primario y secundaria”, enumeró Lasarte.