Se fugó por tercera vez el condenado por el doble crimen de los custodios en Tandil
Luciano Adolfo “El Tuerto” Davos Lafitte, condenado por un crimen ocurrido en el 2000 en Tandil, se fugó de Batán.

Un convicto de 73 años, condenado por el doble crimen de dos custodios durante un asalto a un camión blindado en Tandil ocurrido en 2000, se fugó de la cárcel de Batán por tercera vez, informaron fuentes policiales.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailSe trata de Luciano Adolfo “El Tuerto” Davos Lafitte, quien pese a haberse evadido en 2016 del mismo penal, gozaba de un régimen de detención abierto.
Si bien ocurrió la semana pasada, la fuga se dio a conocer en las últimas horas y “El Tuerto” era intensamente buscado por la Policía.
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Davos Lafitte cumplía condena por el crimen de dos custodios de Tandil durante el asalto a un camión blindado en 2000.
En 2016 gozaba ya de un programa de salidas transitorias laborales de la prisión cuando se evadió de la Justicia por primera vez.
En esa ocasión, debía regresar al penal de Batán el 29 de enero, pero no lo hizo.
Fuentes oficiales revelaron que huyó directamente de dicho establecimiento, mientras realizaba su tarea como jardinero en el marco del régimen de reinserción social antes mencionado.
Al tomar conocimiento de la última fuga de Davos Lafitte, el fiscal Leandro Arévalo de la Unidad Funcional de Instrucción (UFI) 7 del Departamento Judicial de Mar del Plata inició una causa penal y ordenó la realización de distintas medidas para recapturar al convicto, quien estaba a disposición de la Justicia de Ejecución Penal de Azul.

El crimen
El 25 de julio del 2000, la ciudad se conmovía por un suceso delictivo sin precedentes. Una banda de peligrosos delincuentes, en su mayoría exportados, cometería el feroz y letal atraco que la historia criminal serrana recuerda como uno de los más tremendos.
En pleno mediodía, cinco sujetos con armas de grueso calibre acribillaban a dos custodios de la empresa de caudales Juncadella, en un cajero de la estación de servicio Don Rodolfo, de Perón y Monseñor de Andrea, delante de una veintena de vecinos que a la postre serían los testigos presenciales –y fundamentales para la posterior pesquisa- de una balacera descomunal que terminó con la vida de José Luis Mastronardi y Héctor Montenegro, cuyo deceso dejó a dos familias destruidas y una comunidad atónita frente a semejante suceso delictivo.
A mediados de agosto de 2002, a dos años del cruento doble crimen, la Justicia cerraría el capítulo de una investigación extremadamente compleja, a sabiendas que se había logrado aunar el cúmulo de elementos probatorios para con quienes resultaban los integrantes de la peligrosa banda; aunque por esos días sólo se podía juzgar la responsabilidad penal de tres de los sospechosos: Mauricio Martín Binasco, Jorge Miguel Balsas y Jorge Agustín Fente.
En tanto otro de los acusados, Luciano “tuerto” Dabos Laffite, sería capturado tiempo más tarde, también luego juzgado en Azul, no sin antes profugarse cuando le habían dado salidas transitorias.

El plan
Poco antes de las 13, Dabos Laffite, Fente y Balsas se instalaron dentro del salón de comidas rápidas del establecimiento confundiéndose con el resto de la clientela, a los que, poco después, se agregó una cuarta (Binasco) trayendo la noticia de la inmediata llegada del camión blindado.
Momentos más tarde, a las 13.15, se hicieron presente dos empleados del Banco, para realizar las tareas previas de balance y apertura del tesoro del cajero, para hacerlo detrás de ellos los empleados de Juncadella, el vigilador Héctor Montenegro y el transportador José Luis Mastronardi.
Mientras el primero de ellos se quedó, previo haber realizado observaciones en las inmediaciones, en la parte exterior del local, Mastronardi, llevando las sacas que contenían los dispensadores a ser colocados en el cajero, ingresó al “fast-food” y se colocó próximo al bancario a la espera que éste terminara su tarea.
En este estado de cosas, y con base en el plan previamente concebido, todos los intervinientes –más un quinto que se agregó en esos momentos (Polich)- comenzaron a ejecutar en un mismo tiempo la parte que tenían asignada, entre las que se contaba la eliminación de los empleados de Juncadella para que de tal modo se les facilitara la sustracción.
Así mientras uno de ellos, que había salido por la puerta que daba a Monseñor de Andrea, aplicó un golpe en la cabeza con un arma a Montenegro sobre el que, inmediatamente, se efectuaron varios disparos que lo inmovilizaron, otro realizaba lo propio sobre Mastronardi con lo que lograron reducirlo, a la par que dos más de ellos que lo habían cercado, se apoderaron ilegítimamente de las sacas conteniendo los cajones dispensadores con el dinero en su interior.
Sin solución de continuidad todos ellos se dirigieron hacia un automóvil Fiat Uno estacionado a cuatro metros de la puerta principal (conducido por Polich), en el que se alejaron velozmente del lugar.
Por lo precipitado del accionar, en su huida la banda perdió una de las sacas, por lo que, en definitiva, lograron apoderarse de 14 mil pesos que eran propiedad del Banco de la Provincia.
Que como consecuencia de la agresión con las armas de fuego, Mastronardi y Montenegro sufrieron heridas mortales. De hecho, a tal punto llegó la brutalidad de los asesinos que uno de ellos (siempre se creyó que Binasco) no conforme con los primeros disparos, ejecutó uno colocando su pistola debajo del chaleco de uno de los custodios ya tendido en el piso.