La medida tendría dos objetivos simultáneos. Por un lado, desalentar el egreso de dólares por turismo. Aún después de las grandes devaluaciones, la balanza turística conserva un saldo negativo de 5 mil millones de pesos anuales.  Más de un tercio de los dólares que ingresan al país por el superávit comercial se van en viajes. El objetivo, en este caso, es frenar la fuga de reservas.

Por otro lado, también representaría una nueva fuente de ingresos para el fisco. La idea es que no se trate de un cargo, o sea de un pago a cuenta de otro tributo, sino de un gravamen específico sobre este tipo de transacciones. Si se impone finalmente esta postura, requeriría de una aprobación legislativa, con lo cual no podría aplicarse inmediatamente. En caso de ser un adelanto de otro impuesto sí podría ser de imposición inmediata.

En las próximas semanas sería mucho más negocio comprar dólares para viajar a través del mercado informal (ya que el oficial sólo permite USD 200 por mes) que usar la tarjeta y luego pagar en pesos a más de 80 pesos. El dólar “libre” cotizaba el viernes en 67 pesos, una caída sustancial respecto a los 75 a los que llegó antes de las elecciones.