El hilo que une a Tandil, al Papa León XIV y a la Guerra de Malvinas
La llegada al Vaticano de Robert Prevost, ahora conocido como León XIV, obligó a una lectura de acontecimientos pasados con mirada en Perú.

Robert Francis Prevost es ahora León XIV. Durante la jornada del jueves se conoció la noticia que sacudió al mundo entero: el Papa Francisco, que falleció el pasado 21 de abril, tiene sucesor. Cuando se anunció su nombre, rápidamente se activó el protocolo de búsqueda de información y archivo.
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En 1985, Prevost, nacido en Estados Unidos, fue enviado a Perú, donde comenzó una significativa etapa de su vida como misionero. Su primer destino fue la misión de Chulucanas, en Piura, donde se desempeñó como vicario parroquial de la catedral y canciller de la Prelatura Territorial.
El 12 de diciembre de 2014, Prevost fue nombrado obispo titular de Sufar y administrador apostólico de la diócesis de Chiclayo, Perú, por el Papa Francisco. Al año siguiente se convirtió en obispo de Chiclayo, donde continuó su labor pastoral y administrativa hasta 2023.
De Chiclayo a Tandil
Existe un hilo histórico que une a Tandil con Chiclayo (Perú). Se remonta al conflicto bélico de las Islas Malvinas, en 1982.
Durante el conflicto el gobierno argentino solicitó ayuda al gobierno peruano, el cual envió 10 aviones cazabombarderos supersónicos Mirage M-5P con gran cantidad de elementos logísticos, incluido su armamento. Esos aviones, fueron bendecidos, antes de salir por la diócesis de Chiclayo.
La organización y la ejecución de la operación se llevó a cabo de forma secreta y estuvo a cargo del Escuadrón 612 de la FAP, compuesto por pilotos y personal de apoyo técnico. Así, el 6 de junio de 1982 despegaron desde el Grupo Aéreo 6 de Chiclayo rumbo a la Base de La Joya en Arequipa.
Luego de acondicionar las aeronaves con insignias y escudos de la FAA, se dirigieron a la VI Brigada Aérea de Tandil apoyados en vuelo por una aeronave Hercules L-100 el cual trasladaba a 34 personas (técnicos y mecánicos) volando sobre los 10 mil metros bajo condiciones particulares con el objetivo de evitar ser detectados por los radares vecinos.
Relato
Una nota de El Comercio de Perú, relató el "vuelo silencioso" realizado por los pilotos de la FAP para traer los aviones de apoyo hasta Tandil.
Fue una madrugada de mayo de 1982 (04-05-82) cuando las 10 naves partieron de La Joya. Les sustituyeron las insignia, bandera y matrícula peruanas por las de Argentina
Era una operación militar secreta y, por ello mismo, ni siquiera las esposas o las novias de los pilotos peruanos se enteraron de que ellos volarían hacia Argentina llevando 10 aviones de combate Mirage M5-P para participar, si las condiciones lo exigían, en la guerra por las islas Malvinas.
Diez capitanes y mayores de los escuadrones 611 y 612 de la Fuerza Aérea del Perú (FAP) salieron de La Joya (Arequipa) hacia la base argentina de Tandil, al este de Buenos Aires, para cumplir las órdenes emanadas desde el alto mando de la FAP.
La Fuerza Aérea Argentina, a través de los canales políticos correspondientes, había solicitado apoyo a su similar peruana, pues requería de aeronaves de combate de alta performance para hacer frente a la armada real inglesa que llegaba escoltada por los famosos Harrier, aviones de despegue y aterrizaje vertical, que por entonces eran las más modernas y poderosas máquinas aladas que surcaban los aires.
Argentina tenía problemas con sus aviones de combate porque no estaban preparados para desplazarse hasta las islas Malvinas, atacar los objetivos en el mar y retornar a sus bases. No obstante --como recuerda el general FAP Aurelio Crovetto Yáñez-- "los pilotos argentinos se sobrepusieron a las circunstancias adversas e hicieron blanco en varios buques ingleses: cumplieron una excelente y admirable labor".
Pese a que disponían de algunos aviones de guerra recién adquiridos, como los Super Etendard (subsónicos) equipados con misiles Exocet, y otras naves más antiguas, como los Mirage-3 (para ataque aire-aire), los Dagger (ataque aire-tierra) y los A-4 Skyhawk (aire-tierra), los argentinos necesitaban aviones de mayor autonomía de vuelo y capacidad para tareas en el mar. Y esas máquinas las tenía el Perú.
Cuando despegaron de La Joya (Arequipa), después de dejar su base de origen, Chiclayo, los 10 Mirage M5-P debieron elevarse por encima de los 33 mil pies en un vuelo silencioso, con los equipos de radio apagados, para evitar ser detectados por los radares bolivianos y, especialmente, por los chilenos que jugaban su partido a favor de la corona británica. Fue un vuelo por ruta de frontera a una velocidad promedio de 800 a 900 kilómetros por hora.
"Nos preocupamos en planificar bien el vuelo. No temíamos tanto que nos detectara Bolivia, pues considerábamos que ellos no tenían capacidad para hacerlo. El problema era Chile y sus radares que, probablemente, tenían en Iquique y Antofagasta. Pasamos, sin embargo, sin contratiempos", recordó un piloto que prefirió el anonimato.
Previamente los Mirage peruanos habían sido maquillados y, entre otras modificaciones de forma, habían renunciado a la insignia, bandera y matrícula peruanas para, desde entonces, lucir los emblemas argentinos con sus colores característicos, celeste y blanco. Así volaron hacia Tandil, previa escala en Jujuy, en una travesía que duró cerca de tres horas.
En Tandil hubo algarabía total cuando el escuadrón de cazas aterrizó. Estaba allí para recibir a los pilotos peruanos el mayor Crovetto, que ya tenía varios días en Argentina trabajando en el Estado Mayor de la Guerra, junto con el coronel FAP Gonzalo Arenas y el mayor FAP Carlos Portillo.