Niki Lauda, el guerrero austríaco que es leyenda
El austríaco Niki Lauda, tricampeón de Fórmula 1, desde el lunes en el pedestal de los “mitos” de la máxima categoría, comenzó a edificar su leyenda tras volver a competir a los sesenta días de sufrir serias quemaduras en Nürburgring en 1976.
Y los milagros muy pocas veces se dan, pero Nikolaus Andreas “Niki” Lauda, nacido en Viena, cuna del vals, el 22 de febrero de 1949, fue artífice de su destino.
A días del terrible accidente en el mítico circuito alemán, el 1 de agosto de 1976, y cuando a Lauda le estaban efectuando varios injertos de piel, el guerrero austríaco ya estaba planeando su vuelta a las pistas.
Mauro Forghieri, su director deportivo en Ferrari en los dos títulos con la marca (1975 y 1977), dijo que Lauda no manejaría “jamás” tan bien como lo había hecho antes de su accidente.
Y el 12 de septiembre de 1976 Lauda apareció en el legendario autódromo de Monza al comando de la Ferrari 312 T (3 por los litros, 12 por los cilindros y T porque tenía caja transversal) ante el asombro de la cátedra.
Al año siguiente le dio a Ferrari su octavo título de la Fórmula 1, pero no todas fueron mieles en su relación con il “commendatore” don Enzo, ya que al “capo” de Maranello no le gustó que Lauda se marchara a fines del ’77 a Brabham.
Ferrari fue lapidario con Lauda cuando aseguró que jamás lo “abrazaría” si iba de visita a Maranello, porque no “cumplió” la promesa de no llevarse a dos “empleados” de la casa a su nueva escudería.
“Cuando manejaba para Ferrari tuve que soportar su egoísmo y su deseo por ganar, que era igual al mío”, confesó el austríaco, ganador en 15 grandes premios con la marca italiana.
La pasión por los fierros nació en Lauda de muy chico, en la casa de sus abuelos armó un trampolín para volar con su auto y su récord fueron 22 metros con su Volkswagen Cabrìo.
No fue muy afecto a los estudios y en su escuela en Viena repitió segundo y quinto año. Por eso sus padres lo mandaron a un taller mecánico. Lo que para Niki era el paraíso, para sus padres fue una “deshonra”.
Las travesuras de Niki no pararon y ya de adolescente se anotaba en carreras de montaña. Solía ganar, a escondidas de sus padres, que se enteraban de sus “hazañas” en los diarios.
En 1970 hizo su debut en la Fórmula 3 y en los primeros entrenamientos chocó con su compatriota Gerald Pankl, destruyendo el auto. El 5 de septiembre de ese año se estremeció con la muerte de su connacional, Jochen Rindt en Monza.
Pero el inquieto Niki quería llegar a la Fórmula 1 y en 1972 le pidió un crédito a un banco para poder correr sobre un March como compañero de Ronnie Peterson. Los primeros puntos recién los cosechó en 1973, con un BRM, al salir quinto en Bélgica.
En Mónaco alcanzó a estar tercero (luego abandonó) e impresionó a Enzo Ferrari, quien decidió contratarlo para 1974. Así comenzó su derrotero de títulos mundiales, dos con Ferrari en 1975 y 1977, y uno con Mc Laren en 1984 tras su regreso.
Su rivalidad con el británico James Hunt, con el que tenía muy buena relación, y la definición del campeonato 1976 bajo la lluvia en el Gran Premio de Japón, una de las más recordadas en la Fórmula 1, inspiró la realización de la película Rush, estrenada en 2013.
Como su pasión siempre fue volar, Lauda se dio el gusto de fundar su propia aerolínea, en 1979, y así nació “Lauda Air” tras su retiro de las pistas en el equipo Brabham, reemplazado por el argentino Ricardo Zunino.
Su emprendimiento fue un fracaso y decidió volver a la Fórmula 1 para ganarle el título de 1984 al francés Alain Prost, compañero de equipo, por medio punto. En pleno festejo en el podio le dijo a Prost “este es mi año, el próximo será tuyo”, lo que finalmente sucedió ya que el francés se coronó en 1985.
Al año siguiente se retiró tras disputar 171 grandes premios, con 25 victorias, 24 posiciones de privilegio, 24 vueltas rápidas y 54 podios.
Pero no terminó su idilio con la Fórmula 1, a la que retornó en 1993 como asesor de Ferrari, luego pasó a ser directivo y asesor del equipo Mercedes Benz, del que fue accionista hasta poco antes de su muerte. (Télam)