“Hoy me propuse morir... no puedo conformarme con la locura de Dorrego”

Por Daniel Xodo
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Accedé a las últimas noticias desde tu email(Juan Galo de Lavalle. Político y militar argentino, 1797-1841)
“Hoy me propuse morir, no puedo conformarme con la locura de Dorrego, este contraste inmerecido, obra solo de un loco no lo olvidaré jamás y es preciso guardarnos de este y otros locos”.
La frase, dicha por Lavalle a su amigo y camarada José Rufino Zado - atestiguada en las memorias de Tomás de Iriarte - luego de una derrota ante fuerzas artiguistas peleando bajo el mando de Dorrego fue en cierta forma premonitoria al destino que tendrían. Ambos valientes y reconocidos por su habilidad militar.
A Manuel Críspulo Bernabé do Rego lo llamaban “El loco Dorrego”. Bromista y dado a transgresiones con frecuencia irritantes. Belgrano lo ascendió a Coronel por sus acciones bélicas, pero también lo sancionó por su indisciplina. Jamás aceptó ascensos no originados en su propio comportamiento en acciones de guerra.
San Martín lo separa del ejército por burlarse de Belgrano en ocasión de unificar voces de mando. Sin embargo, el propio Belgrano afirmaba que no habría sufrido Vilcapugio y Ayohuma si Dorrego hubiese estado junto a él.
Adhirió a la causa federal. Es poco divulgado el hecho de que estando en Chile para estudiar, se involucró en las luchas independentistas, en la creación de un cuerpo de granaderos y que, habiendo Álvarez Jonte reclutado cuatrocientos hombres para las luchas en el Rio de la Plata, fue Dorrego quien los condujo cruzando los Andes en 1811, pero en sentido inverso al de San Martin.
Los vínculos de Dorrego, posición económica, formación y relaciones lo habrían llevado a enrolarse con los unitarios, pero su inclinación contraria al centralismo porteño y - quizás también - el reconocimiento de la necesidad de incorporar masas populares al proceso independentista lo llevaron al federalismo.
Manuel se sentía a gusto entre gauchos y soldados a los que lideraba con su estilo entre espontáneo, indisciplinado y poco afecto a convencionalismos sociales. Cuentan que solía vestirse deliberadamente desaliñado para mimetizarse, de algún modo, con aquellos a quienes veía como destinatarios de las libertades por las cuales luchaba y cuya participación consideraba imprescindible debido a su espíritu republicano.
Ligado fatídicamente a Dorrego, es difícil encontrar un guerrero con tantas demostraciones de valor –incluso hasta la temeridad– como Juan Galo Lavalle. Ya en su juventud había suprimido el “de” en su apellido. Relatadas por amigos y enemigos, sus acciones en combate son memorables. Sus cargas de caballería contra enemigos que lo superaban ampliamente en número fueron conocidas como de “valor heroico” y “una intrepidez de la que habrá raros ejemplos”, diría el Mariscal Sucre.
Su absoluta convicción de la causa unitaria lo llevó, quizá, a cometer una acción terrible e injusta en la historia argentina. El fusilamiento de Dorrego, quien fue derrocado y acusado falsamente de traición. Agüero, del Carril, y los hermanos Varela (entre otros) convencieron a Lavalle de asesinar a Dorrego. Es imperioso para la pacificación, argumentaron. Y un joven e impulsivo Lavalle lo hizo asumiendo la responsabilidad, sin ningún tipo de juicio previo y negándose a recibirlo cuando Dorrego pidió hablar con él.
El remordimiento lo atormentó el resto de su vida, haciéndolo hasta perder el sueño, como confesó a un camarada: “General Iriarte, yo tengo un cáncer que me devora", dijo, admitiendo sobre su tormento moral.
“Me hicieron cometer un crimen: yo era muy joven entonces, no tenía reflexión, y creí de veras que hacía un servicio a la causa pública”.
"Si algún día volvemos a Buenos Aires, juro sobre mi espada y por mi honor de soldado que haré un acto de expiación como nunca se ha visto; sí, de suprema y verdadera expiación", dijo un atribulado Lavalle varios años después, ante muchos de sus camaradas y ya en una lucha que terminó con su muerte en Jujuy, en una trágica circunstancia que aún no ha sido definitivamente esclarecida pero que fue relatada en el hermoso “Romance de la muerte de Juan Lavalle”, que con música de Eduardo Falu compuso Ernesto Sábato.