“Pecunia non olet”

“Pecunia non olet”
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Por Daniel Xodo
(Vespasiano, emperador romano, 9 d.C./79 d.C.)
El Anfiteatro Flavio (conocido como El Coliseo) es sin duda el símbolo arquitectónico de Roma. Su construcción fue iniciada por el emperador Flavio Vespasiano y finalizada por su hijo, también emperador, Tito. De origen humilde, su padre había sido militar y luego prestamista, Vespasiano se había destacado como tribuno militar en Germania y en la conquista de Britania. Aunque también había mostrado gran eficiencia en temas financieros y administrativos como gobernador en el África sin enriquecerse como era frecuente.
A pesar de esos méritos en su “cursus honorum” cae en desgracia durante un viaje a Grecia en la comitiva de Nerón por no prestar suficiente atención a las actuaciones y recitados del emperador con su lira (dormirse o retirarse muy pronto de ellas) y debe esconderse y ganar su pan con diversos trabajos para no perder la vida.
La gran revuelta de los judíos le da la oportunidad de volver a escena. Recibe un Legatus (rango militar equivalente a general) y el mando de las legiones para sofocarla llevando a su hijo Tito como lugarteniente. Ejerce como procurador en Judea y Tito sofoca sangrientamente la rebelión. Como anécdota sin confirmación, cuentan que hace arrojar al mar Muerto a varias personas que no podían nadar para constatar si flotaban en sus aguas.
En conflicto con otros tres interesados (año de los cuatro emperadores), Vespasiano triunfa y logra ser designado emperador y es cuando demuestra sus verdaderos dotes.
Mejora la administración que Nerón había dejado exhausta (no tenía ni para pagar gastos corrientes), aumenta impuestos a las provincias, limita los gastos de representación, elimina del gobierno a los sospechados de inmorales, reduce las legiones (sobre todo las que están en manos de sus enemigos), remodela Roma, abre calles e impone (y se autoimpone una austeridad que le hace ganar fama de tacaño.
Para aumentar los recursos disponibles crea un impuesto que es el que motiva el título que tratamos.
En conocimiento de que los curtidores de Roma obtenían orín de la cloaca máxima y también lo recogían en pequeñas vasijas diseminadas por toda la ciudad para transformarlo en amoníaco y blanquear togas, procesar cueros y otros trabajos, establece una tasa llamada “Vectigal urinae” a quienes hacían uso de la orina de los romanos.
Cuando su hijo Tito le recrimina la medida (por lo desagradable de su implementación) y la actitud de sacar dinero de las letrinas, Vespasiano le pone una moneda de oro debajo de la nariz preguntándole si le molestaba el olor de la misma (“...sciscitans num odore offenderetur” ), y ante la negativa de Tito, le responde “Atqui, inquit, ex lotio est“ (y sin embargo procede de la orina).
“Pecunia non olet” dicen que fue la conclusión del diálogo.