La pionera en el concepto explicó de qué hablamos cuando nos referimos a soberanía alimentaria
Con las idas y vueltas por la empresa Vicentin se posicionó fuertemente el concepto de soberanía alimentaria en la sociedad. Miryam Gorban creó esa cátedra hace décadas en la UBA y es Honoris Causa en Medicina. Habló de modelos de producción, autosuficiencia y la pandemia, entre los salames y quesos tandilenses. "No estamos lejos de esa soberanía".
Con el anuncio Presidencial de la intervención y expropiación de la empresa Vicentin, se instaló en la agenda pública el concepto de soberanía alimentaria. No hay una noción clara de lo que realmente significa, pero de todas formas algunos fervientemente lo defienden y otros, con vehemencia, lo desmerecen.
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Afortunadamente existe en el país una persona capaz de explicar lo que verdaderamente quiere decir, porque hace más de 25 años encabeza una lucha, casi cuerpo a cuerpo, por esa forma de alimentación sana, segura y soberana. Miryam Gorban es coordinadora de la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria (Calisa), de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y Doctora Honoris Causa por esa misma Facultad. Además, es miembro del Secretariado de la Federación Argentina de Graduados en Nutrición (Fagran) y presidenta Honoraria de Médicos del mundo.
Con una predisposición destacable y la claridad que solo la experiencia de una vida comprometida a la causa puede dar, accedió a compartir sus conocimientos con El Eco de Tandil.
A sus 88 años y habiendo creado la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria en la misma Facultad que hoy la galardona, que hoy ya son 40 en todo el país, sin más vueltas identificó que el concepto se basa en el derecho a una alimentación sana y segura, en calidad y cantidad. “El derecho de autodeterminación de fijar las propias políticas alimentarias de acuerdo a las condiciones sociales, económicas y ambientales de cada uno de los países o regiones en función de la historia cultural de cada uno de los pueblos”,
Soberanía, alimentaria y política
Consideró que para los argentinos cuando se habla de soberanía es remitirse directamente a las Malvinas, pero equiparó la concepción y la llevó más allá, asegurando que la alimentación también lo es. Lo respaldó en las condiciones “excepcionales” del país, que permiten que se pueda cultivar del frío al calor y desde la montaña al mar, con una diversidad y biodisponibilidad que han hecho posible atravesar la crisis del 2001 y la hiperinflación.
“Nosotros estamos hablando de producir local, hay que ver de qué manera hacer los comercios de cercanía con lo que mejor de la tierra de Tandil, de acuerdo a su fertilidad y clima”, focalizó. El propósito es que la población consuma al máximo lo que la zona sea capaz de dar y no lo que proviene desde otras partes, llamados alimentos kilométricos, que atraviesan toda la columna vertebral de este país tan extenso.
Explicó que estos trayectos contaminan el ambiente, producen el calentamiento global y hacen un uso excesivo de energías fósiles. “Ya hemos perdido la soberanía ferroviaria y marítima, y la aérea casi también si no hubiéramos rescatado Aerolíneas Argentinas”, dijo para referir a que ahora la logística de traslado de esa comida es sumamente costosa, fundamentalmente por el daño material que está produciendo en el ambiente, además de encarecer el valor del producto.
Coronavirus, formas de producción y mercado
La pandemia llegó para sacudir costumbres, estructuras y hasta los modelos de producción, ya que no solamente con las idas y vueltas en torno a la cerealera Vicentin ha reflotado la idea de la soberanía alimentaria. El virus Covid-19 puso en jaque las formas en que se alimenta la población y de dónde provienen esas carnes, leches, frutas, verduras, legumbres y cereales.
“En Europa se están planteando un cambio en el modelo productivo, y nosotros también lo deberíamos hacer, porque con estas barreras, fronteras, que se cerraron se encontraron con la pérdida de alimentos esenciales”, advirtió, e insistió en que se trata de producir local y replantearse la forma de hacerlo.
Recordó que en su momento el presidente norteamericano George Bush había señalado que “un país que no es capaz de producir los alimentos para alimentar a su propio pueblo, es un estado dependiente que tiene amenazada la seguridad”, considerando a esa seguridad a la alimentaria, y “no a los cañones de los que ellos son enamorados”.
Aseveró, entonces, que toda nación que es autosuficiente en cuanto a la comida va a ser soberano, independiente y podrá atravesar las crisis que haya que sortear.
En relación a la pandemia, hizo hincapié a la explotación industrial de la cría de animales. “Nuestras vacas, cerdos, pollos, abandonaron las pasturas para convertirse en animales de feedlot, eso hace que se lesionen, se infecten y demanden una gran cantidad de antibióticos”, alertó.
En este sentido aclaró que, a diferencia de lo que la gente cree, no se usan hormonas porque son muy caras, pero sí antibióticos para el engorde. Para ella esto es una aberración, porque esos residuos van a parar al organismo de las personas, que van creando una resistencia microbiana que está alertando a todo el sistema sanitario porque “ya no hay espectro para poder dominar los virus”. “Hay una relación directa entre una cosa y la otra”, garantizó.
A su vez, vinculó a la deforestación que hace que los animales salgan de su hábitat natural y convivan, ellos y sus enfermedades, con la gente. “Tenemos sus enfermedades y no es solamente el Covid-19, sino también lo es la tuberculosis, la gripe porcina, la gripe aviar, la vaca loca”, enumeró, y con indignación dijo que se está violando la naturaleza para ponerla a disposición del hombre.
“Somos parte ella y necesitamos restablecer ese equilibrio”, sostuvo casi como un ruego y decantando ineludiblemente en la agricultura, que desde 1997 más o menos se ha ido alejando de lo natural para pasar al monocultivo.
Claro, a esta nueva forma la identificó como un commodity, no como alimentos para 400 millones de habitantes como muchas veces se dice. Además, resaltó que en las últimas décadas estos cultivos se utilizan principalmente para alimentar animales y recientemente también para generar combustibles, “porque es lo que más rentabilidad les da a los productores”. “Hacen que aumente el precio de los alimentos, porque el negocio está marcado por la especulación del mercado y no por la vida y la salud”, lamentó.
“No estamos lejos de esa soberanía”
Según la experta, que tiene décadas de perseverancia en la promoción del debate sobre el derecho a una alimentación adecuada y la irresuelta disputa por la distribución desigual de los alimentos, Argentina no está lejos de lograr esa soberanía.
Buscando brindar tranquilidad y que nadie baje los brazos aseguró: “Estamos avanzando”, y enfatizó que hay un montón de batallas que se han ganado, sin dejar de lado la intención del Gobierno Nacional con respecto a Vicentin que podría “recuperar la inversión que puso el Estado”.
Al respecto precisó que, en el caso de Tandil y cualquier otra ciudad, el Municipio tiene el deber de promover la producción local, apoyando una cadena sin intermediarios que lleve el alimento de la tierra directamente al consumidor. “Eso se reinvierte en la propia ciudad”, enfatizó.
Finalmente, y ante este planteo, destacó los quesos y salames tandileros, aconsejando que cada distrito debe tener sus tambos para proveer de leche fresca a las escuelas, un matadero o frigorífico local, además de un cordón de verduras y plazas frutales para abastecer a su comunidad.
A propósito del llamado, Miryam Kurganoff de Gorban se mostró muy interiorizada en esta ciudad y reveló su interés por el informe recientemente presentado por los investigadores de la Unicen sobre las Escuelas Rurales fumigadas, así como también destacó la producción local de chacinados, esperando poder venir de visita cuando pase la pandemia.