FALLECIMIENTO
A Diego Vinagre: los colores que nos dejás
Tenías, Diego, la visión de tu padre Hugo Vinagre: allí, sobre la falda del cerro Aguirre, a la vera de la ruta nacional 226, en el predio de la familia donde en 1993 nació Química Essig, tus ojos vieron el futuro. O mejor dicho: tus ojos fueron la mirada de tu papá, que fundó la empresa, más allá de la línea de tiempo, en la proyección de dos generaciones.
Podría decirse, porque te tocó la inmensa desdicha de morirte joven, después de darle a la enfermedad una batalla tan épica como admirable, que a ese saber mirar el futuro lo truncó la muerte, pero no estaríamos diciendo toda la verdad. Porque antes, cuando tomaste la posta de la firma, en apenas veintidós años transformaste una empresa unipersonal en una pyme con sentido estratégico y marco territorial al fundar la planta en el Parque Industrial, con lo cual la convertiste en una empresa regional, con productos novedosos, con soluciones de calidad, y con varias unidades de negocios.
Pero también y por sobre todas las cosas con la creación de 26 puestos de trabajo, veintiséis familias que no son números en una planilla de Excel: son hombres y mujeres que aprendieron a trabajar a tu lado, que tomaron de vos la más valiosa enseñanza, la de pertenecer a un equipo, la de la practicar la exigencia con un mismo, la de creer en la obsesión por la calidad –uno de los diamantes que conseguiste con tus pinturas-, la de la mística ya no sólo por el valor de una marca, sino por lo que esa marca representa: la pasión de algo bien hecho, un sentimiento del ser y del saber hacer que forjaste cada día en la fábrica de tus sueños.
Si los colores son valores nos dejás el rojo de la pasión, el blanco de la esperanza, el amarillo de las primaveras, el negro de la adversidad, el verde de la libertad, el azul de la nobleza, y toda la alquimia de colores que, fusionados unos con otros, conformaron la paleta de tu ejemplo como empresario que supo combinar firmeza con ternura, intuición con inteligencia, exigencia con empatía y un sentido de liderazgo ya no sólo para llevar adelante una empresa, sino también para hacer de esa empresa un modelo de vida. De la planta del cerro Aguirre al Parque Industrial y de allí, por ejemplo, a China, donde antes de dejar este mundo fuiste el hacedor de la primera importación de materias primas para maximizar el volumen de negocios y seguir al pie de lo que también era tu lucha: tener una planta sana y amigable con el medio ambiente.
Cuando alguien se va, siempre lo primero que se presenta es el vacío, la tristeza, luego la añoranza, la melancolía. Todo eso nos sucede pero también, quienes trabajamos a tu lado, sabemos dónde encontrarte ahora que no estás. En el intangible de los valores morales y del ejemplo que legás a tus hijos Nacho y Flor, la tercera generación del árbol que plantó nuestro querido Hugo hace treinta años al pie del cerro Aguirre y que hoy, con su mirada, con su dolor, su aliento y compañía, sostiene la presencia de una historia que continúa. Pero también te encontraremos en lo más tangible, los colores que nos dejás en las decenas de casas, de edificios y de lugares con que pintaste ese Tandil que te quiso y que tanto amaste. Ahí estarás siempre, Diego. Aquí, en nuestra casa del Parque Industrial, también.
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