Ángel Pascuzzo hizo la réplica de la bicicleta doble tracción del canillita “Pata” Prestifilipo
En 1969, el bicicletero armó el rodado que usaba el conocido repartidor de diarios para cruzar la ciudad. Por entonces, trabajaba en el taller de los hermanos Brutti y atendió el pedido de Prestifilipo, quien había visto una foto en una revista extranjera. Cincuenta años después, realizó la réplica de la bicicleta y la quiere donar a algún museo.
Por estos días se cumplen 50 años de una historia entre vecinos que marcó las calles de la ciudad y también las pistas de ciclismo. Un día de marzo de 1969, el canillita “Pata” Prestifilipo (f) le pidió al bicicletero Ángel Carlos Pascuzzo que le hiciera un rodado a doble tracción, que le permitiera pedalear con las piernas y los brazos al mismo tiempo.
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El canillita llegó a la bicicletería Brutti, que estaba ubicada en España entre 9 de Julio y Rodríguez, y le mostró a Pascuzzo una revista europea con el modelo que pretendía. “Con cierta incertidumbre y un gran desafío, me propuse concretar el diseño”, recordó el bicicletero y agregó que “en unos meses estaba lista, y la bicicleta innovadora transitó por las calles de Tandil en el reparto de diarios”.
La anécdota no termina ahí. El año pasado, Pascuzzo emprendió la ardua tarea de realizar una réplica del rodado de Prestifilipo y revivió todo lo que había ocurrido hace medio siglo, cuando con poco más de veinte años trabajaba en los talleres de los hermanos Demetrio y Ulises Brutti.
“Hoy viene a mi recuerdo, ya que este año se cumplirían 50 años de la concreción del sueño de un tandilense que hoy no se encuentra entre nosotros, pero que dejó su impronta en la ciudad”, explicó y agregó que hace poco más de una década se enteró del fallecimiento del canillita que se convirtió en uno de esos extraños personajes de estas sierras.
El nuevo proyecto
A los 17 años, Ángel Carlos Pascuzzo empezó a trabajar en la Bicicletería Brutti, como aprendiz. Su padre conocía a los dueños, que lo tomaron a prueba por 20 días que, a la postre, se transformaron en 20 años.
Poco después, Prestifilipo se acercó al taller ubicado sobre España. “Como vendía diarios y revistas, llegó con una publicación de una revista extranjera con una foto de una bicicleta de doble tracción”, rememoró. Entonces, el joven bicicletero le aconsejó al canillita que iba a ser complejo dominar un rodado de esas características, porque el manubrio lo debía manejar con la matriz de arriba. Sumado a eso, el oficio lo obligaba a subir y bajar continuamente para entregar los diarios.
La insistencia del canillita lo convenció, y Pascuzzo puso su empeño y conocimientos para terminar el vehículo. “Hace un año y medio me enteré que Prestifilipo falleció hace doce años, y la bicicleta que le hice se perdió. Entonces, a partir de una conversación, en octubre y noviembre del año pasado, hice la réplica. No me acordaba mucho, porque es muy difícil hacerla”, relató este vecino inquieto de 76 años.
Compró partes en una chatarrería y se embarcó en el armado de la bicicleta. Lo más complicado fue “la tracción de arriba, porque cuando se pedalea, si no está todo bien soldado, la cadena salta cada dos minutos. Es muy difícil porque los pedales de arriba se usan de manubrio pero también hay que pedalear”.
Un ganador
En los 70, Prestifilipo aprendió a manejar la bicicleta de inmediato, como si hubiera nacido para rodar con ella, y la usó durante décadas. “Era más liviana, tenía mejor tracción. Era más ligera para andar”, explicó Pascuzzo sobre las razones por las cuales nunca la soltó.
Por caso, un día, Prestifilipo se metió, con su doble tracción, a pedalear en una competencia con bicicletas de carrera que se disputaba sobre un circuito rutero. “Venía segundo, pero le pegó uno en el hombro y en la curva, pedaleando ligero, lo sacaron. Andaba fuerte”, destacó.
En otra ocasión, el canillita se trasladó hasta Iraola, corrió una carrera y ganó. También participó en competencias disputadas en la pista asfaltada del club Ferro. Por entonces, le compraron una bicicleta de carreras, pero no conseguía los mismos resultados.
Pascuzzo hacía el mantenimiento de la bicicleta y siempre tenía alguna rueda preparada por si se rompía, porque era la única herramienta de Prestifilipo para salir a hacer el reparto de diarios.
“Andaba siempre desalineado, así nomás. La plata se le salía de los bolsillos. Un día le pregunté por qué andaba desprolijo, y me dijo ‘porque a la gente le da lástima y me deja propina’”, resaltó al describir a este personaje que rondaba por la ciudad con ejemplares locales y nacionales.
Ahora, Pascuzzo quiere donar la última versión del rodado doble tracción a algún museo, para que quede como recuerdo del canillita “Pata” Prestifilipo. Además, “en Argentina no hay ninguna bicicleta de estas. Él la vio en una revista extranjera y me costó un Perú hacerla”.
El bicicletero nunca cobró por su trabajo, aunque iba a lo de Brutti antes de su horario laboral para resolver el innovador diseño. “Qué le iba a cobrar pobrecito, me daba lástima”, expresó.
Una vida entre ruedas
A los 76 años, Pascuzzo está jubilado, aunque sigue en contacto con los rodados para mantenerse entretenido. “Llevo 59 años arreglando bicicletas. Trabajé en lo de Brutti 20 años, y después me fui al Banco Comercial, donde estuve otros 20 años y en los últimos 11 años, trabajé en cuentas corrientes. Salía cerca de las 14, y a la tarde trabajaba en Ruda y Alfano, la bicicletería que estaba en la esquina de Yrigoyen y San Martín”, indicó.
A los 51 años, se quedó sin su empleo en el Banco Comercial. Tenía los aportes, pero le faltaba la edad para jubilarse. El gerente le consiguió una changa en una distribuidora de cerveza, pero siempre seguía en contacto con las bicicletas y aplicaba todo lo aprendido en lo de Brutti, donde integraba un grupo de 16 personas.
Pascuzzo arregló ruedas de madera que se utilizaban para correr en el velódromo del Luna Park y que le enviaban desde Buenos Aires, pero también hizo trabajos para ciclistas de Mar del Plata y de otras ciudades de la zona.
Hoy, su vida se cuenta en décadas, con casi 60 años de bicicletero, 47 años casado, con hijos ya criados y muchos años como vecino en la cuadra de Ituzaingó al 1400. Por si algo le faltara a su vida plagada de experiencias, durante los francos que le daban los hermanos Brutti, cumplía largas jornadas en Metalúrgica Tandil, que le permitieron pagar su casa en tiempo récord. En paralelo, estuvo ligado al deporte a través del fútbol y del atletismo, actividad que aún disfruta.