Sin una solución de fondo, crecen las denuncias por la realización de picadas en la ciudad
Las carreras ilegales y las pruebas de acrobacia en motovehículos discurren en distintos puntos de la planta urbana y también en las inmediaciones de la rotonda que une las rutas 30 y 226. Las quejas de los vecinos se multiplican y los controles no son eficaces para contener la situación, ante las maniobras de evasión de los conductores y un acotado marco legal para accionar.

No es un reclamo nuevo sino que es recurrente, y los vecinos ya están cansados de hacer denuncias: las picadas de motocicletas representan un peligro tanto para quienes participan como para quienes viven en la zona.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailSi bien años anteriores la Policía ha realizado operativos y ha logrado secuestrar varios rodados, lo cierto es que los jóvenes -y no tan jóvenes- continúan congregándose en diferentes lugares para desafiarse y mostrar las diferentes acrobacias que puede realizar cada uno.
El lugar por excelencia en el que se juntan es en la avenida Lunghi, donde los frentistas deben soportar los ruidos y los problemas. No obstante, en el último tiempo también han trasladado las picadas a las rutas, tornando el hecho mucho más peligroso aún.
Las picadas en distintas zonas de la ciudad son motivo de denuncia constante por vecinos a este medio, que remarcan la falta de accionar policial y municipal para desbaratar estas acciones de jóvenes.
Maniobras de evasión
Walter Villarruel, director de Control Urbano Vehicular, habló del tema en el programa Informadísimas (Eco TV y 104.1 Tandil FM) y señaló que, tras el parate de la pandemia, retornaron con fuerza las problemáticas de tránsito.
En este sentido, el funcionario detalló que las picadas son un dolor de cabeza para todo el mundo y que, más allá de los controles, se debe apuntar a la educación vial y la concientización, porque es muy difícil contener la situación de otro modo.
Al respecto, pormenorizó que las motocicletas que disputan estas carreras ilegales se van trasladando de espacio para eludir los controles y el posterior secuestro de los vehículos.
“A veces están en el Parque, otras veces en el Dique, o en avenida Lunghi. Según donde intervenimos, se corren para otro lado”, expuso y admitió que han recibido muchas denuncias también por las picadas en la ruta, en el perímetro de la rotonda que une las rutas 30 y 226.
En este sentido, explicó que “hay un espacio muerto que termina en la rotonda y se hacen picadas desde ahí por la Ruta 30 en dirección hacia Rauch; recibimos denuncias muy seguido. Los fines de semana es algo habitual”.
Para poder intervenir de forma adecuada, desde el área municipal se le da aviso al destacamento de Policía Vial, pero la metodología es siempre la misma; cuando llega el control, los corredores se retiran abruptamente del lugar. No es un secreto para nadie, además, que las picadas cuentan con un alto nivel de organización y comunicación para llevarse a cabo.
Sobre este tema, aclaró que los inspectores de tránsito no pueden embarcarse en una persecución (tampoco la Policía, a menos que haya una orden expresa ante un hecho delictivo). Siguiendo esta línea, Villarruel precisó que “en los controles rutinarios no puede haber persecuciones, pero sí se puede hacer un seguimiento. Son contravenciones, no son delitos penales. Si el inspector identifica la falta, está facultado para tocar la sirena y obligar al infractor a apartarse; pero si huyen a toda velocidad o en contramano, no podemos seguirlos porque además se puede producir un mal mayor que el que se quiere evitar”.
En tanto, la zona del Lago del Fuerte es otro punto controvertido para el tránsito y los problemas allí están a la orden del día, en especial los fines de semana. La avenida Saavedra Lamas suele ser el escenario predilecto para acelerar a toda velocidad o dar la vuelta en contramano, con los peligros que este accionar representa tanto para la gente que circula correctamente como para los temerarios conductores.
Controles
Asimismo, Villarruel indicó que su dependencia utiliza un cronograma de operativos vehiculares preestablecido en sintonía con las fuerzas policiales, en base a los sectores donde se reitera la problemática. Pero los motociclistas y automovilistas evaden los controles, no se detienen ante el llamado de atención, y se dificulta la confección de cualquier tipo de contravención y el control de la documentación.
Tampoco está al alcance de la Dirección de Control Vehicular la colocación de vallas o reductores móviles de velocidad para mitigar el impacto de estas acciones de huida, o de las picadas que proliferan por toda la ciudad, lo que limita el margen de acción de las autoridades.
“Lo ideal es hacer un control de documentación y ya ni siquiera podemos hacer eso. Muchas veces, cuando no logran evadirse y los controlamos, tienen los papeles al día, pero pareciera que fuera un desafío o una gracia irse del operativo”, sostuvo.
Asimismo, refirió que la problemática está instalada en todas partes, tanto en distritos pequeños como grandes, y que es un escollo que data desde hace años, sin una solución de fondo.
“Es una cuestión de concientización. El que no está en la norma genera desmanes si los queré parar, y los que están con todo en regla realizan picadas o acrobacias. Después tenemos los resultados que tenemos, con todos los accidentes que ocurren. Creo que el tema es la educación vial y apuntar a la conciencia ciudadana. También deberían cambiar las leyes. El control sirve y es una herramienta del Estado que tiene que estar, pero tiene que haber otras cosas también”, evaluó el entrevistado.