"Tandil padeció el terrorismo de Estado de una manera muy cruel", expuso una sobreviviente de La Huerta
María del Carmen Silva estuvo detenida en el centro clandestino de detención La Huerta y declaró como testigo en el juicio que se inició hace un mes en Mar del Plata. Tras 30 años de silencio, recién en 2006 pudo empezar a contar su experiencia. Estuvo tres semanas en cautiverio y sufrió interrogatorios bajo tortura. Su voz inclaudicable es una bocanada de aire fresco y de esperanza para las nuevas generaciones y para la ciudad. "Nunca más terrorismo de Estado, mi compromiso es con la verdad", sostuvo.

El 24 de marzo de 1976 el golpe cívico-militar que derrocó al gobierno constitucional de María Estela Martínez de Perón, abrió paso a la época más difícil y violenta del país. Suprimidas todas las garantías constitucionales, la Junta Militar encabezada por Jorge Rafael Videla inició una brutal represión, ilegal y clandestina. Tandil no fue una isla, la ciudad vivenció con crudeza los efectos del terrorismo de Estado y el corazón de muchos se hizo añicos.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailCuarenta y seis años después, prueba de ello es el juicio conocido como La Huerta, que juzga los hechos cometidos en perjuicio de 109 víctimas en el marco de la causa la que se investigan crímenes cometidos en el campo General Mariano Necochea -conocido justamente como “La Huerta”-, ubicado sobre el acceso a la Base Aérea; en la “Quinta de los Méndez”; en el exInstituto Superior de Educación Rural (ISER); en las comisarías primera y segunda de Tandil; y casos acumulados en otra investigación instruida en Azul por delitos concretados en esa ciudad y en Cacharí, Saladillo y Las Flores.
Asimismo, además de la tradicional Vigilia que se realizó anoche para conmemorar un nuevo aniversario del golpe de Estado, hoy a partir de las 10 se volverán a pintar los pañuelos de la Plaza Independencia, plasmados alrededor de la pirámide, y habrá una movilización, convocada al mediodía, como actividad continua.
El terror en primera persona
María del Carmen Silva nació en Tandil en 1957 y cuando tenía 20 años y estudiaba en la Facultad de Humanas de la Unicen, fue secuestrada por un grupo de tareas de la casa de sus padres.
Permaneció tres semanas en cautiverio, del 8 al 29 de septiembre de 1977, en un lugar que, después supo, se trataba de La Huerta. Se mantuvo casi 30 años en silencio hasta que en 2006 pudo empezar a hablar y a contar su experiencia como víctima y sobreviviente. Desde entonces ha militado con fervor en Memoria por la Vida en Democracia y prestó su testimonio para ayudar a encontrar la verdad en los juicios por delitos de lesa humanidad.
En una entrevista audiovisual concedida a El Eco de Tandil, que puede verse en YouTube y en las redes sociales, María del Carmen recordó que “cuando se desata el terrorismo se desata una impunidad tal que nadie pueda pensar que está a salvo”.
-¿Cómo cambió tu vida después del 24 de marzo de 1976?
-Cambió para siempre. Era muy peligroso, la militancia se acotó, muchos compañeros se escondían, se mudaban o se exiliaban. Seguí yendo cómo se podía a la facultad, faltaban los docentes, prohibían la bibliografía, no había centros de estudiante, los horarios eran complicados de cumplir, pero el año 76 lo pasamos. Nos enteramos de compañeros detenidos y pensábamos que se los llevaban para conseguir información y que los volvían a soltar, pero muchos no volvieron nunca.
Yo sabía que en algún momento iban a venir por mí porque habían caído mis compañeros del grupo. Vinieron a mi casa de la calle Sáenz Peña y se identificaron como personal del ejército, eran tres hombres. Preguntaron por mí, revisaron mi casa y me llevaron con ellos. Estaba sola con mi mamá, que se quedó ahí y le avisó a mi papá que estaba trabajando. Enseguida empezaron los trámites para tener alguna información de mí, porque no dijeron a dónde me llevaban.
-Te llevaron, después supiste, a La Huerta…
-Sí, y me llevaron encapuchada en un auto. En La Huerta sufrí interrogatorios bajo tortura e insistían con información que yo no tenía, conocía a pocos compañeros, no tenía mucho para aportar. Estuve tres semanas en cautiverio y pude detectar muchos detalles del funcionamiento del lugar aunque no lo podía ver. Estuve muy alerta para registrar lo que pasaba a mi alrededor y tener previsiones de qué podían estar haciendo.
Enfrente torturaban, había una especie de galpón de chapa y yo también escuchaba que había detenidos en otras habitaciones. Muchos detalles pude aportar a la causa que con el tiempo fueron importantes para avanzar con la investigación, sumados a otros testimonios. Eran siempre varones los que llevaban y una sola vez una chica. Era como un lugar de paso, se los llevaban enseguida, venían de estar libres o en la cárcel. Pero yo permanecía, no sé por qué razón. Un día me dijeron que me liberaban y que tenía que seguir presentándome con el personal del Ejército.
Estuve tres meses manteniendo encuentros esporádicos con esta gente; yo llamaba a un teléfono del Comando de Brigada y me daban cita en un lugar. Más o menos por enero llamé y me dijeron que no sabía quién era yo, para qué llamaba. Llamé algunas veces más y dejé de hacerlo, peor con mucho miedo. Salí del cautiverio a amenazada de que me iban a matar a mí y a mi familia o al que le contara. El miedo es terrible.
Fue pasando el tiempo y me seguían vigilando a pesar de que no me tenía que presentar. Dejé de ir a la facultad para no ser un peligro para quienes me rodeaban. Después formé mi familia y conocí a quien es mi marido. Armamos un proyecto de vida con dos hijas, y él volvió a militar con la democracia pero yo no me animé. Sí lo secundé mucho en el proyecto de Flor de Murga y eso fue una forma de militancia para mí.
-¿Cuándo pudiste empezar a hablar de tu vivencia?
-Cuando empezó la democracia y el Juicio a las Juntas me fueron a ver, pero yo todavía tenía miedo, estaba con dos hijas pequeñas. No participé de esos juicios. Iba a los actos pero no decía a nadie que era víctima. Me atreví a contar todo en el 2006, después de que Néstor Kirchner impulsara la anulación de las leyes de impunidad y de que se empezaron a abrir las causas de lesa humanidad. Ahí me contactan del grupo Memoria por la Vida en Democracia y tuve la oportunidad de declarar como testigo en Azul, fui ante el juez Comparato y pude contar todo. Mi único compromiso era con la verdad y pude decir lo que me acordaba y todo lo que supe después. Todo lo puse ahí y me sentí bien, muy escuchada.
Seguí militando y sobre todo colaborando con los juicios, para incentivar a otros compañeros a que se animen a contarlo, porque no era fácil tomar esa decisión. En el caso de La Huerta logramos armar la etapa de instrucción y se juntaron muchas pruebas para elevarlo a juicio.
-¿Cómo se atraviesa esta etapa de juzgamiento?
-Ahora nos tocó a nosotros, primero entraron otras causas, como la de Monte Pelloni. El juicio no es como nos imaginábamos, porque se está haciendo en Mar del Plata. Nosotros teníamos fresco en la memoria el juicio por el asesinato de Carlos Alberto Moreno, que fue en Tandil, en el Aula Magna de la Unicen y marcó un antes y un después. Esa movida hizo que se tomara conciencia de lo que había pasado, la participación de la ciudadanía, fue un debate oral y público con los acusados en el banquillo, fue tan importante. Después de eso se pudieron señalizar los centros clandestinos de detención.
Es importante para la ciudad y las víctimas, es reparador para todos porque esta ciudad padeció el terrorismo de Estado, no solamente nosotros. Eso le pasó a toda la ciudad y hay que desarmar eso, volver a sentir la libertad de expresarnos, de decir lo que nos pasó, hay gente que al día de hoy cuenta por lo bajo que tiene un familiar desparecido. El miedo permanece en la gente mayor todavía, los jóvenes han crecido en democracia, por suerte.
-¿Qué les dirías a los tandilenses desde tu lugar?
-Que essto todavía no es historia; vivimos, sufrimos y buscamos justicia, todavía es presente. Estamos vivos para contarlo. Les diría que acompañen a las víctimas y a los testigos. Que esto se difunda, es importante el acompañamiento y la difusión, que se sepa que Tandil padeció el terrorismo de Estado de una manera muy cruel, éramos 70 mil habitantes y tuvimos muchos centros de detención. Además, hubo un sector que no tomó conciencia de eso y la prueba está en que eligieron a (Julio José) Zanatelli como intendente. Zanatelli el desalojó a Jorge Lester de la Municipalidad y fue después electo en democracia más de una vez. Eso nos de la pauta de que hubo una parte de la sociedad que no comprendió la gravedad de lo que había pasado.
Los jóvenes tienen conciencia y entienden lo que pasó, pero que no se olviden nunca de que estos hechos tan terribles nunca deberían haber sucedido y tuvo consecuencias horrendas. Que el Estado ponga todos los medios para perseguir a la población con la crueldad que lo hizo, eso no tiene que volver a pasar, nada debe ser reprimido fuera de la ley. Que nunca más vuelva a suceder esto.
Las audiencias del juicio
El juicio de La Huerta comenzó el viernes 25 de febrero en Mar dle Plata, pese a los esfuerzos para que se desarrollara en Tandil, y las audiencias están fechadas cada dos semanas. Mañana se llevará adelante la tercera jornada judicial y, como se prevé hacer durante todo el proceso, la audiencia se va a transmitir en vivo desde el Aula Magna de la Unicen, ubicada en Pinto y Chacabuco, desde las 9 de la mañana.
Durante la segunda audiencia, que tuvo lugar el pasado viernes 11 de marzo, el tribunal tomó declaración testimonial y, en esta oportunidad, el juez Fernando Machado Pelloni fue el único que estuvo de manera presencial en la sala del TOF 1 de Mar del Plata. Nuevamente, algunos de sus letrados defensores y todos los imputados asistieron a la audiencia de manera telemática mediante la plataforma zoom y la mayoría optó por no declarar.
Héctor Alberto González Cremer, exjefe del Área 124, hizo uso de su derecho y dijo ser inocente; pero Jorge Aníbal Tolosa, exoficial de la Comisaría Primera de Tandil, declaró y aseguró que no es él, que estaban equivocados de “Tolosa”. Y además ninguno respondió preguntas.
Luego comenzaron las primeras declaraciones testimoniales y fue el turno de María del Carmen Silva, detenida desaparecida sobreviviente del Centro Clandestino de Detención Tortura y Exterminio (CCDTyE) La Huerta, quién remarcó que su “único compromiso es con la verdad”. También expuso su esposo, Dardo Omar Casal, y estuvieron acompañados de sus hijas.
Una contundente muestra de que hay que seguir hablando de lo que pasó porque, como escribió alguna vez el poeta uruguayo Mario Benedetti, “el grito no es bastante, y no es bastante el llanto ni la bronca, cantamos porque creemos en la gente y porque venceremos la derrota”.