Entrevista: una investigadora de la Unicen y su trabajo sobre la relación entre crecimiento urbano e inundaciones
La editorial de la Unicen publicó un trabajo de investigación de la doctora Marcela Guerrero.
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“A mí me interesa la historia ambiental porque me parece que es importante conocer los procesos que de alguna manera determinan el hoy”, dijo la docente e investigadora Marcela Guerrero. Acaba de publicar –mediante la editorial de la Unicen– un trabajo en el que analizó el vínculo entre el crecimiento urbano y las inundaciones de la ciudad, y sobre eso dialogó con El Eco de Tandil.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailSe trata de un tema clave en el Tandil del presente, donde el anegamiento de calles y los desbordes pluviales y cloacales son moneda corriente desde el centro a los barrios. En una extensa entrevista Guerrero presentó su libro “Inundaciones y crecimiento urbano en Tandil entre 1951-2017: historia ambiental de las inundaciones en la cuenca alta del Langueyú”, y dio cuenta de los principales aspectos de su investigación.
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La docente es doctora en Geografía, se dedica a temáticas ambientales desde los años 90 y dirige el Centro de Investigaciones y Estudios Ambientales (Cinea). El trabajo publicado surgió a partir de la formación doctoral que realizó en la Universidad de El Salvador. Su conocimiento de los procesos de gestión urbana a nivel local se sustenta también en su participación –como parte de la Facultad de Humanas– en el equipo del Plan de Desarrollo Territorial (PDT), que está cumpliendo dos décadas.
“Hoy por hoy el principal problema es lo que se llama la densidad de la urbanización”, señaló la investigadora en referencia a uno de los puntos centrales de su trabajo, la relación entre cómo se gestiona un territorio (una ciudad, un municipio), y su presente. En ese sentido, hizo mención a los “territorios pensados”, y puso como ejemplo el debate y movilización ciudadana que dio como resultado la construcción del Dique. El libro de la investigadora Marcela Guerrero puede adquirirse a través del portal de la Editorial Unicen, www.editorial.unicen.edu.ar.
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La historia ambiental de Tandil
– ¿Cuál fue el punto de partida de este trabajo? ¿Cómo surgió el proponerse investigar el vínculo entre crecimiento urbano e inundaciones en Tandil?
– A mí me interesa la historia ambiental porque me parece que es importante conocer los procesos que de alguna manera determinan el hoy. Y me dedico a temas de ambiente desde los años 90. El año que viene cumple tres décadas la carrera de Diagnóstico de Gestión Ambiental y estoy desde el inicio, aunque soy geógrafa de origen.
El punto de partida tuvo que ver con mi pertenencia al Cinea, que trabaja temas de agua e hidrología. Me pareció que estaba bueno elegir un tema que fuera local, que tuviera que ver con el agua y darle una variable histórica.
Por eso apareció esto de las relaciones entre lo que se llama la gestión del agua –cómo se manejaron, en particular, las inundaciones–, y el crecimiento urbano. Porque hay determinaciones mutuas.
Si bien la ciudad se inunda desde cuando era considerada pueblo, no era problemático porque generalmente afectaba a poca gente o había medidas como para mitigar. A medida que la ciudad fue creciendo, se tomó como política el soterramiento de los arroyos, que en realidad hoy por hoy es un paradigma que está obsoleto. Por ejemplo, los holandeses, que son los paladines en el manejo del agua, hoy por hoy dejan abierto el arroyo porque es más fácil gestionarlo.
– Abordó un período extenso, ubicado entre dos inundaciones que fueron importantes, la de 1951 y la de 2017. ¿Cuáles fueron las fuentes que consultó?
– Hay entrevistas, cartografía temática, y consulté el archivo del diario Nueva Era en la hemeroteca de la Biblioteca Rivadavia. Fue muy interesante ver que desde el año 1951 hasta 1960, en la página dos donde estaban las noticias locales, salía un cuadro con los temas que trataban las asambleas barriales.
Y eran recurrentes el tema de las inundaciones, y el tema de la limpieza de los arroyos, porque en el caso particular, por ejemplo, del arroyo Blanco, estuvo abierto hasta la década del 70. Los vecinos convivían con el arroyo.
Entre el 51, que fue la gran inundación, y la inauguración del Dique en el 61, hubo todo un proceso de reclamo a nivel barrial, y había una comisión en el Municipio, que era la encargada de reclamar para que se hiciera el Dique.
O sea, el Dique fue una solución pensada por tandilenses, que en ese momento era la única opción para regular. Lo que se ve es que el pueblo de Tandil se organizó y pidió el Lago. Ahí hablo de un concepto geográfico que se llama de territorios pensados. Lo que hoy tenemos como paisaje urbano, tiene que ver con cómo los diferentes actores sociales fueron pensando y planificando qué Tandil querían.
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– ¿Qué encontró en este repaso histórico?
– Lo que mostró la investigación fue qué fue pasando en el tiempo con las inundaciones. Primeramente estaban más centradas en lo que era el casco urbano y a medida que la ciudad fue creciendo es como que se fueron desplazando también en el territorio.
Y hoy se inundan zonas que antes por ahí no estaban urbanizadas o que no cuentan, digamos, con un sistema de drenaje suficiente. Hoy por hoy el principal problema es lo que se llama la densidad de la urbanización.
Toda esta construcción, esta mayor cantidad de superficie construida por manzana, genera que haya más superficie de agua para colectar. Toda el agua que antes se infiltraba en el suelo, ahora se colecta, va a un sistema que es el mismo de la década del 70. Todo el agua que no va al sistema, se va por arriba, y eso lo vemos cotidianamente aun con poquitas precipitaciones.
Pensar Tandil
– Después de haber realizado este recorrido histórico, revisado y comparado diferentes etapas con respecto a la relación entre la gestión del agua y el crecimiento urbano, ¿a qué conclusiones llegó?
– Primero, que hay una relación entre los procesos de crecimiento urbano y cómo eso afecta a las características naturales de ese ecosistema. Desde la urbanización a las pendientes, y lo que se llama neoformas –cuando a veces se hacen lomitas para que los autos bajen–, eso ya cambia la hidrología. En pequeña escala, pero esa pequeña escala puede tener un impacto.
Hay una relación entre eso y las políticas de gestión, y en el libro hay fuentes documentales. Antes del PDT –que es del 2005–, había otro plan que era bastante acotado porque no consideraba lo que después se expandió urbanamente. En el 2012 aparece la Ley de Paisaje Protegido, que ahí agrega otra cuestión que tiene que ver con la urbanización en altura.
Y también aparece el rol del Estado, el municipio que muchas veces va detrás de la urbanización, o sea, la gente urbaniza y después va el Estado a decirle que ahí había un límite de cota.
Las conclusiones son que hay determinaciones y que ha habido procesos, como que no se inundan las mismas zonas a lo largo de la historia, porque algunas de esas políticas han sido efectivas. En otros casos, aun a pesar de la política de gestión, el Dique, el soterramiento de arroyos o lo que fuere, se siguen inundando porque el agua tiene memoria, tiene memoria respecto a donde están las pendientes más bajas y así ahí va. Y después, las zonas nuevas de inundación tienen que ver con el crecimiento de la ciudad.
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– Las investigaciones que recuperan historias vinculadas a la gestión pública permiten pensar hacia adelante. En ese sentido, ¿encontró elementos a los cuales tendríamos que estar atentos como sociedad, o en los cuales el Municipio debería prestar atención?
– Sí. Hay cosas que tienen que ver con el Municipio y otras que tienen que ver con la Provincia. La Ley Provincial dice que no se puede construir arriba de los entubamientos, y hay pocos lugares donde el entubamiento no esté con un edificio arriba.
Y lo que habría que hacer es de alguna manera tratar de ser fiel a las políticas que los mismos gobiernos establecen. Respetar las políticas de planificación, respetar lo que dice la ley en relación a la gestión del agua, lo que se llaman medidas estructurales, sobre todo las no estructurales que tienen que ver con el mantenimiento de ese sistema pluvial.
Y después, revisar el PDT. Yo formé parte del equipo que lo construyó, y hace poco el director de ese proyecto, Eduardo Resse, brindó una entrevista a El Eco. Él planteaba que a estos planes hay que revisarlos con cierta periodicidad. Porque si bien planifican hacia adelante, las circunstancias de alguna manera van influyendo. Hoy por hoy gran parte del desarrollo o el crecimiento urbano se superpone con la Ley de Paisaje Protegido y ahí empiezan a aparecer otras incompatibilidades.
– ¿Cómo sociedad debemos preocuparnos por el tema del agua en Tandil?
– Creo que el tema del agua forma parte de la historia de Tandil. De hecho, hay un Tandil que vivió rodeado de arroyos y puentes y un Tandil –sobre todo las nuevas generaciones– que desconoce que debajo de la ciudad corren dos arroyos y que forman parte de una cuenca. Entonces, yo creo que van a seguir ocurriendo inundaciones.
Las políticas de gestión competen en parte a la Provincia y en otro caso al Municipio. Hay factores que son regionales que nos exceden. Pero también hay cosas que tienen que ver con lo que pasa a nivel local. Por ejemplo, el revisar lo que sería la densificación o los procesos de urbanización.
Los procesos de densificación lo que van haciendo es quitándole capacidad al suelo de tomar el agua y contribuir a que no sea tanta la cantidad que circula por el sistema. El famoso corazón de manzana tenía como función absorber parte del agua. Si a eso se le pone vereda, y se le suma que toda la superficie del edificio, se deriva todo al mismo sistema y ese sistema está hecho pensado para una ciudad distinta.
Redactor El Eco de Tandil