Animalitos

-¡Qué chiquitos que éramos!- digo mirando una foto en blanco y negro en la que estoy con mi prima Marcela.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailA mi sonrisa forzada –el “sonreí para la foto” arruinó mi imagen desde el principio de los días. Nunca lo pude modificar. Y cuando me pongo serio salgo peor-, le están faltando dos dientes. De manera que debía tener cinco años. Para seis. Es decir, me quedaban pocos meses de libertad absoluta. A los seis entré a la escuela y dejé de ser chiquito. Crecí. O debí hacerlo.
Y Marcela aparece bastante por debajo de mí. En puntas de pie –y estoy seguro de que esa tarde estaba en punta de pie- su cabeza me llegaba al hombro. Supongo que debía tener tres o cuatro. O sea que le llevaba uno o dos años. Ahora si tuviera que hacer esas cuentas no me darían.