Contrafáctico

-Gordi, te pido un favor. Primero te aclaro que me encanta que nos hayamos encontrado ahora, hacía rato que no nos veíamos, que si no estuviera tan apurado para ir a buscar a mi hijo a fútbol te invitaría a tomar un café, que si te parece bien este finde podemos cenar. Es decir, primero que nada, quiero decirte que te quiero mucho. Y ahora, el favor: si eso que tenés que decirme va a durar más de 30 segundos, vayamos a la vereda de enfrente, debajo de aquel árbol. Porque si no, voy a quedar seco con este sol, me voy a caer redondo, vas a tener que llamar al SAME o a los bomberos. Vayamos a la sombra te lo ruego.
Recibí las noticias en tu email
Accedé a las últimas noticias desde tu email“Está bien, dale”, me dice mi amigo El Gordo y me agarra del brazo para cruzar la calle. Creo que lo hace de cariñoso. Pero algo ha cambiado hasta en sus demostraciones de cariño: hace unos años me hubiera llevado a los empujones o a upa o hubiera intentado subírseme a caballito. Pero ahora me toma del brazo con las dos manos –como una comadre- y si no fuera porque sé que es una demostración de cariño creería que su renguera que noto cada vez que damos un paso, le está costando sobrellevar cada día más.
-Estás más rengo, Gordo. ¿Cuándo vas a ir al médico?