Contrafuego
Para allá, para donde va, un cielo de incendio desborda el horizonte. Entre él y ese fuego del confín, hay frío. El atardecer anticipa la helada y un rebaño de nubes negras se le adelanta en el camino. Hacia allá, hacia el confín, van ellas también a sofocar el incendio con su soplo helado.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailEntre ese fuego que no es y las ruedas de la bicicleta que dejan una huella finita sobre el asfalto de la colectora, está su casa. La estufa ya estará prendida quemando ramas del barrio y tablas de una tarima desahuciada. La estufa donde en un rato nomás, cuando llegue, habrá de acercar las manos para sacarles el frío que les brota como maleza, en las palmas, entre los dedos, y poder acariciar sin culpa las mejillas coloradas de sus críos.
Suelta las manos del manubrio por unos segundos y se baja la gorra de lana para tapar las orejas. No hay viento, como los últimos días; es el frío nomás el que le frena la marcha y le fuerza el pedaleo. Un chirrido del asiento le acompasa el ritmo y lo alerta: ahora lento, ahora bien, ahora no, un poco más...