Desbalances

¿Nunca llegaste tarde a la terminal y el colectivo ya se había ido? No está bueno eso. Porque seguramente allá donde ibas alguien te estaba esperando o tenías que hacer un trámite a determinado horario. O ir a un recital. Y además la guita, claro: perdías la plata del pasaje. Y tenías que sacar otro boleto, el próximo que saliera o al día siguiente. O nada: la frustración. Era feo eso. Porque uno nunca llega muy tarde; se pasa unos cinco, diez o quince minutos. Jamás una hora. Porque si sabe que va a llegar una hora tarde a la terminal, directamente no va. El tipo puso la alarma a las seis porque el micro salía a las siete y media. Pero no la escuchó o la apagó y siguió durmiendo y se despertó siete y veinte. No va. Ya fue.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailPero llegar con cinco o diez minutos de retraso plantea la duda: ¿por dónde irá el colectivo? Capaz que si me tomo un taxi o un remís lo alcanzo en la ruta. Y sale como un loco, con el bolso colgando, a la parada de taxi o a la remisería. Y cada segundo que pasa es una tortura. Un estrés insoportable, que indefectiblemente se lo contagia al chofer:
-Por favor, apúrese…