El video de la mañana
Siete y cuarto suena la alarma del reloj como todas las mañanas. Siete y veinte ya estoy abajo, en la cocina preparando el mate. Atento al sonido de la pava eléctrica, que se le dio por desconocer cualquier tipo de indicación y corta cuando el agua hierve o cuando salta la térmica. Como ya estoy harto de tomar mate con agua hervida y quedarme sin luz, me mantengo ahí al lado, escuchando ese sonido que solo yo interpreto de cuando está a punto. Todo esto en un estado mental de “cargando”, de configuración de datos. Si alguien pudiera interpretar mi gesto en ese momento –como yo interpreto el sonido de la pava eléctrica- vería un cartel en mi frente del estilo “no interrumpir porque se puede dañar el sistema”. Afortunadamente nadie me habla; no hay nadie. Mi hijo más chico llegará en unos veinte minutos. Son suficientes para estar al ciento por ciento. Mientras tanto, detrás del vidrio de la cocina un benteveo se come un granito de comida del gato. El gato –no sé si lo pienso o lo sueño o ninguna de las dos cosas- hace ya como una semana que no aparece. “Se fue a vivir a la otra casa”. Esto sí lo pienso. Es más, lo digo: es la primera cosa que digo en el día. Sucede que el gato tiene al menos dos viviendas y alterna.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailEl benteveo no me ve y sigue rescatando los granitos de comida del recipiente del gato, del otro lado de la ventana. Suena un mensaje de whatsapp.
-No puedo empezar la semana así –me digo, ya con un 70 por ciento de carga-. Siete y media de la mañana con un mensaje.