Elixir
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Llegué a Aeroparque en Buenos Aires pasada la medianoche. Lo único que quería hacer en ese momento era estar en el hotel tirado en la cama descalzo tomando un whisky de a sorbos lentos. Pero para eso todavía faltaban 27 minutos. Un poco más. El tiempo me lo dio el celular luego de que me hicieran escanear un código QR mientras hacía la fila para subirme al taxi. También me informó el importe del viaje, que no me pareció tan caro.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailEra un Ford. Lo vi cuando ya habíamos hecho dos cuadras. El óvalo característico en el centro del volante. Tenía problemas de carburación el auto. Lo sospeché en el primer semáforo en rojo y lo confirmé en el segundo. El chofer le hacía “punta y taco”; si dejaba de acelerar se paraba, lo que sucedió en el tercer semáforo. Iban a ser más de 27 minutos. Por suerte, en silencio, porque todavía tenía los oídos tapados por el vuelo. El chofer no lo sabía, de manera que en un momento lo vi totalmente girado hacia mí, hablándome casi a los gritos:
-¿Qué calle me dijo que era?
