En tren de alegrías

Mi cumpleaños había pasado una semana antes. Estaba sentado en una de las mesas de afuera de un restaurante de la calle Olavarría en Mar del Plata y vi pasar el “Olitas”, el emblemático trencito de la alegría que recorre de noche las calles de la ciudad, colmado de niños turistas y con la atracción de algún personaje de momento.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailEn esa ocasión, quienes entretenían a las criaturas eran Spiderman y Pepa Pig. La música dentro del particular vehículo era lo suficientemente estridente como para que se escuchara a dos cuadras a la redonda. Y por eso, tanto el hombre araña como la cerdita tenían que desgañitarse para hacerse oír por los nenes y las nenas.
Habrá pasado una hora. Yo seguía sentado allí y volví a sentir la música inconfundible. Efectivamente: unos segundos más tarde volvía a pasar el “Olitas”. Esta vez venía a una velocidad mayor, incluso de la aconsejable; supongo que el chofer ya estaba podrido de dar vueltas (lo imaginé trabajando desde las siete de la tarde y eran más de las once) y quería terminar de una vez por todas el circuito. No solo eso: la música estaba más fuerte que la vez anterior. Pepa Pig se limitaba a bailar como presa de convulsiones en medio del colectivo, en tanto que Spiderman, micrófono en mano, les contaba a los chicos lo que veía en la calle. “Ahí tenemos un restaurante de comida mexicana –que era donde estaba yo-: ¿conocen los burritos? ¿comieron alguna vez tacos? ¿probaron el tequila?...”.