Experimentaciones (II y final)

Contaba ayer que en cuarto grado tuve la necesidad de experimentar qué se sentía sacándose una muy mala nota, como algunos de mis compañeros que sabiendo que iban a repetir no les importaba. Logré mi cometido: me saqué un soberbio 1 y no sentí nada en particular. O sí: a medida que pasaban las horas me di cuenta de que me iba a costar levantarlo para llegar a un promedio medianamente digno. Y sobre todo: tenía que entregar ese examen para que mi madre lo firmara.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailSabiendo que su reacción no iba a ser la de felicitarme por permitirme la experimentación, decidí deshacerme del “cuerpo del delito”: doblé la hoja del examen en cuatro y me la guardé en el bolsillo. Pero no me animé a tirarla.
La cuestión es que la salida del colegio me encontró con el “muerto” en el bolsillo del delantal. Tenía algo así como diez cuadras para eliminarlo.